24.6.04

NO SON SOLAMENTE LOS POLÍTICOS

Por Luis Alberto Lecuna

La "mayoría silenciosa", la clase media, aquella que siempre toleró sin hesitarse abusos de todo tipo y especie por parte de los gobernantes de turno, finalmente reaccionó, y sumó su grito de protesta al del pobrerío, al de los desvalidos de siempre, los cada vez más numerosos excluidos del sistema. (Ya se habla de un 40% de los habitantes en estado de pobreza)

Es que esta vez osaron tocarle la más sensible de las vísceras: el bolsillo. Fue así que el pueblo argentino sin distinción de banderías encontró en la clase política a su demonio, la causa de todos sus males. Y entonces saludable y promisoriamente ha emprendido un sistemático ataque contra sus representantes.

La mayoría ya no es más silenciosa: ahora habla, reacciona, se opone, reclama justicia. A este país que ha sido tratado como "jardín de infantes" (tal cual lo definía María Elena Walsh en la época de la dictadura militar), el corralito lo ha hecho madurar. "Cuando el pueblo se cansa, hace tronar el escarmiento", decía el viejo general.

Refiriéndose a la corrupción de nuestros congresales y de la deformación perversa del oficio de político como carrera para alcanzar velozmente y a toda costa el lucro personal, un conocido médico escribió: "Causa honda de esta contaminación general es, en nuestra época, la degeneración del sistema parlamentario. Cuando la política se degrada, se convierte en profesión. Lo que antes era signo de infamia o cobardía, ahora
se tornó en signo de astucia. Los deshonestos son legión; asaltan el Parlamento para entregarse a especulaciones lucrativas. Venden su voto a empresas que muerden las arcas del Estado; pagan con destinos y dádivas oficiales a sus electores, comercian su influencia para obtener concesiones en favor de su clientela".

He aquí una excelente pintura del escandaloso congreso nacional y de los políticos que supimos padecer. Al igual que los argentinos que salieron a las calles cacerolas en mano, quien escribió estos conceptos sabe de quienes habla, y por eso lo hace con propiedad. Sabe de los gastos superfluos, de los empleados "ñoquis", de los votos comprados y vendidos, de las coimas, del tráfico de "favores", en fin, del consuetudinario modus operandi de nuestra deleznable clase política.

El único dato que de algún modo puede llamar la atención, es que el autor de estas líneas en las que con tanta precisión se define a los políticos actuales, fue un médico fallecido en 1925: José Ingenieros, autor de "El hombre mediocre".

Achacarle a la dirigencia política y a los jueces de la Suprema Corte la culpa de la eterna postración y el fracaso de Argentina como nación, es reducir la verdad de una manera simplista, es usar la ley del menor esfuerzo, es no profundizar en razones mucho más profundas y diversas.

Porque no son solamente los políticos. La crisis es global y le atañe la responsabilidad a toda la dirigencia, sea esta política, económica, religiosa, sindical, empresarial o militar, y a muchos argentinos comunes que con su actitud también son culpables por acción u omisión.

Por eso avancemos un poco más. Dejemos por un momento a los que ostentan cargos políticos dentro y fuera del gobierno, utilicemos nuestro razonamiento para analizar a estos otros responsables, y veremos con dolor que son muy pero muy pocos los que quedan libres de culpa y cargo en esta sociedad enfermiza y decadente.

Hagamos entonces un boceto de los otros causantes de que estemos como estamos:

1.- Los empleados públicos
Los políticos son apenas un emergente de una manera de ser, hacer y ver el país cuyas consecuencias sufrimos todos por igual. La corrupción es histórica, y forma parte de la trama social, de la estructura del estado, de la inmensa mayoría de los ámbitos y corporaciones que constituyen la nación, de esas sucesivas seudopatrias que postergaron ab aeternum nuestro futuro de una sociedad mejor para todos (patrias sindicalista, contratista, financiera, bancaria).

Un concepto que ahora todos compartimos, "Si hay corrupción, no puede haber nación", ya fue dicho nada menos que por Manuel Belgrano hace casi doscientos años, en los albores de nuestra conformación como nación.

A fuer de cometer el error propio de las generalizaciones, y habida cuenta de que son escasísimos los lugares donde hay gente que escapa de esta categorización, comencemos por un nido de la corrupción estructural: el excesivo staff de las plantas permanentes de funcionarios públicos de municipios, gobernaciones y reparticiones públicas nacionales.

Es ese monstruo paquidérmico, ineficiente, y oneroso, meticuloso ejecutor de la "máquina de impedir" que se extiende en oficinas oficiales. Supernumerario, alejado de los conocimientos mínimos que deben poseer los integrantes de las organizaciones modernas, es uno de los sacos rotos por donde se pierde el esfuerzo de los argentinos que pagan sus impuestos.

Aun los políticos con buenas intenciones al poco de asumir su cargo, son devorados por el monstruo asfixiante de la burocracia estatal, constituido por la escoria de la política. El origen es polimorfo: son pocos los funcionarios de carrera, y muchos (demasiados) los amigos a los cuales se les devuelve el favor por haber "colaborado con la campaña" con un puesto en el gobierno, puestos pactados previamente con un puntero barrial, cargos reservados para un sindicalista que "movilizó gente", para "gente que hizo proselitismo para el candidato"...

La lista es infinita, y es así que quedaron en planta permanente estas excrecencias de los gobiernos de turno, ya sean de facto o democráticos, contribuyendo eficazmente al incremento inconmensurable de ese eufemismo que llamamos "gasto público".
En vez de generar en municipios y provincias actividades y emprendimientos que se dediquen a la producción de bienes, los políticos año a año, gestión tras gestión, han contribuido al incremento en el número de empleados públicos. Es así que son mayoría los municipios y provincias donde una de las principales "fuentes de trabajo" es ser empleado del gobierno.

La escena grafica un día tipo en una repartición oficial de un municipio: Al cohete pero muy temprano, ya llegan a su "puesto de trabajo". Tomar mate, lectura del diario, el obligado comentario del partido de fútbol de la noche anterior, hasta que se hacen las ocho y media de la mañana y llega el descanso de rigor con el café con las medias lunas. Atención al público como si se le hiciera un favor, expedientes que se mueven con la velocidad de una tortuga, y la ansiosa espera de la hora para retirarse a sus casas.

El razonamiento simplista del político es causa de la prolongación endémica de este mal: "Si se redujera a un límite lógico la cantidad de empleados deplanta, quedaría muchísima gente sin empleo ni beneficios ni "conquistas sociales", ocasionando el enrarecimiento del clima social, aumentando el desempleo y por ende agrandando la crisis".

Generar microemprendimientos, grupos cooperativos para implementar planes de vivienda, de producción de insumos básicos agrícolas, favorecer medidas que apunten a la autonomía económica de tanta gente, no son tareas que figuren en la agenda de prioridades de ningún político. Es más facil vivir a expensas del Estado...

2.- La justicia que no juzga
El argentino medio está absolutamente convencido de que la justicia no funciona. Que no es un poder independiente del legislativo y el ejecutivo. Que se mueve como una elite con prerrogativas y ventajas de high society que las alejan de la plebe. No pagan impuestos a las ganancias. Son vitalicios. y lo que es peor, no imparten justicia. Y sin justicia no hay país que funcione. También el común de la gente está convencida de que los peces gordos del robo, la coima, los negociados, las prebendas y privilegios, siempre "zafan", mientras que a los pobres pelagatos, a los pequeños infractores, indefectiblemente les cae todo el peso de la ley.

Por eso cuando se inauguró la fuente de la peatonal San Martín de Mar del Plata, debido a sus problemas de diseño la sabiduría popular la bautizó "La cárcel", porque "los chorros pequeños quedaban adentro, y los chorros grandes iban todos afuera".
La lista de delitos sin sanción cometidos en las últimas dos décadas es infinita, y justifican el descrédito y la total falta de confianza del pueblo en la justicia de nuestro país. La enumeración de estos affaires sin castigo sería de nunca acabar, pero baste citar casos en el que el mero nombre del elemento ya los identifica: la aduana, los guardapolvos, la leche, IBM-Banco Nación, el oro, las armas...

Pero el tema, insisto, es primariamente cultural. Es una excepción a la regla encontrar un juez de cámara, un secretario de juzgado, un abogado que en su escala de valores figure la patria. La inmensa mayoría tiene como meta en lugar de "hacer la patria" un norte más terrenal, concreto e inmediato: "hacer mucha plata".

3.- Los protagonistas de la "diplomacia generativa"
El término "diplomacia generativa" es una sofisticada manera de llamar a un sistema de concreción de obras públicas, en la que los actores salen beneficiados a costa de los ciudadanos. La diplomacia generativa tiene objetivos nobles y atendibles, pero el camino para llegar a ellos está sembrado de corrupción. Ejemplo: un grupo de empresas privadas al borde de la desaparición por falta de trabajo, detecta una necesidad de la gente.

Digamos por caso, la construcción de una ruta asfáltica para reemplazar a un camino de ripio que comunica varias localidades provinciales, o la construcción de casas dentro de un plan de viviendas. Entonces alguien se presenta ante las autoridades gubernamentales pertinentes, le propone realizar la ruta o el barrio en cuestión, se arma la licitación pública, se elige al mejor oferente, y la ruta se hace. Hasta aquí todo bien. Pero veamos los pormenores...

Las empresas contratistas que ingresan en la licitación, conforman una especie de "club" o "liga" y acuerdan previamente cuál será de todas la que realizará la obra, presentando el presupuesto más bajo. Ese precio más económico, en realidad es exorbitante: digamos el doble o mucho más de lo que realmente cuesta hacer el trabajo. Lo que pasa es que la empresa adjudicataria para haber ganado se comprometió a abonarle a cada una de las empresas que forma parte del "club" una suculenta "comisión" en mérito a haberse presentado en la licitación con propuestas inaccesibles. Además, deberá restituir el dinero que el club le dio a los gobernantes de turno para que aprobaran la idea y efectuaran el llamado a licitación. Estas sumas (siempre millonarias), va en parte a las arcas del político para financiar futuras campañas, y/o directamente para sus bolsillos.

Por lo tanto, la "diplomacia generativa" llega concretar muchos objetivos: se hace la ruta, se hacen las viviendas, lo cual es bueno, pero también se hace que políticos y empresarios incrementen notoriamente sus ingresos, y el pato de la boda es el pobre contribuyente, que paga a precio vil una obra que se podría haber hecho por muchísimo menor costo. Con la plata malhabida de funcionarios y empresas, se podrían haber construido no una sino dos rutas y/o dos barrios de viviendas...

4.- Los proveedores del Estado
Otro tanto con muchos de los proveedores de insumos, materiales, alimentos, etc. a dependencias del estado nacional. El esquema es que se paga por un bien o servicio un plus que va a parar a la empresa beneficiada y al funcionario espurio, lo que significa que con el mismo costo se podía haber brindado por ejemplo a las escuelas y hospitales públicos más alimentos, más medicamentos, más comida, más material didáctico, etc.

5.- Las seudopatrias
Eufemísticamente se les ha dado el nombre de "patrias" a los grupos y corporaciones que por encima de los intereses de la nación, presionan para lograr enormes y descabellados beneficios para su sector. Las "patrias" sindicalista, bancaria, financiera, contratista, son ejemplos concretos de este cáncer que carcome a la verdadera patria, y que alternativamente han ocupado el sitial protagónico en la historia del país, a costa de los ciudadanos honestos.

6.- Los argentinos sin sentido de pertenencia
Comencemos por los empresarios. No son malos en su rol. De hecho, si su negocio ha sobrevivido a 20 años de pésimas políticas gubernamentales y a varios años de recesión, algún mérito han de tener. ¿Sería entonces justo considerarlos con una cuotaparte de responsabilidad en la debacle de Argentina? Únicamente, si el análisis lo hacemos desde el sentido de pertenencia.

Cada empresa que por ejemplo se fue a Brasil alentada por las ventajas impositivas, significó una contribución significativa al aumento de la desocupación. ¿Y qué iban a hacer? ¿Quedarse y fundirse como tantas miles de empresas, desamparadas por un gobierno que pretendía hacernos creer que ya estábamos en el primer mundo?

Otro tanto en el caso de los miles de argentinos que tienen en cuentas de bancos ubicados en paraísos fiscales del extranjero, un monto igual o superior al de nuestra deuda externa. ¿Son apátridas por no haber invertido en el país y no haberle proporcionado empleo a cientos de miles de argentinos? ¿Acaso fueron más vivos que los idealistas que sí confiaron en el país y quedaron encerrados en el corralito?

Los problemas a resolver¿Cómo recuperar la confianza en las instituciones de la democracia?
Un famoso dicho popular afirma que "El que se quema con leche, cuando ve una vaca, llora". Las letanías y falsas promesas, y la defraudación moral a la gente, forman parte de la trama de nuestra historia contemporánea: ("Hay que pasar el invierno", "El que apuesta al dólar, pierde", "Hay que juntar plata y tejer bufandas para los soldaditos de Malvinas", "Después se va a devolver sin problemas lo del ahorro forzoso", etc. etc.)

La gente, el pueblo, los ciudadanos no confiamos en los políticos. Ni en la Suprema Corte, ni en los jueces menores. No confiamos en los sindicalistas, no confiamos en los banqueros. Sólo confiamos en nosotros mismos. No esperamos nada de gobiernos corruptos. Pero alentamos la esperanza de contar en esta refundación que llevará su tiempo, con gobiernos honestos, porque sí confiamos en las instituciones republicanas.

Estamos presenciando los estertores agónicos de un país que desaparece y que nos ha causado mucho daño. Mucha gente honesta ha quebrado económica y moralmente. Millones de sueños y de esfuerzos de toda una vida han sido tronchados. Las embajadas no dan abasto para atender a los argentinos de la diáspora. El gobierno actual, de Duhalde con Alfonsín entre bambalinas, es más de lo mismo, y la gente lo percibe.

El presidente (legal pero no legitimado por la gente), parece haber entrado en una anomia delarruesca fruto de las presiones internas y externas que recibe y que lo llevan errático a andar y desandar caminos. En el túnel sólo se ve oscuridad, o sea que no se ve nada.

Pero detrás de la crisis que recién comienza y que puede llegar a extremos y consecuencias inimaginables, tenemos la necesidad y el compromiso de gestar una nueva república sin los vicios y errores de la primera. Se está gestando una nueva Argentina, y el cambio cultural y de esquemas mentales que esto conlleva, será doloroso y complicado. No son solamente los políticos los responsables de que haya llegado Argentina a este estado terminal.

Por eso la idea de esta nota de explicitar otros bolsones de corrupción y otras causas de porqué se llegó a esta situación. Pero como los honestos son mayoría, sólo resta la esperanza de que la toma de conciencia que comenzó con los cacerolazos, se consolide en nuevas ideas, nuevas actitudes, nueva gente para un nuevo país.

El parto será doloroso, largo, terrible, pero recibiremos alborozados a una nueva y gloriosa nación, la nueva Argentina que se gestará a partir de la revolución de los honestos, de los patriotas, de los ciudadanos cabales.