14.12.04

UN PAÍS SIN RUMBO EN LA EDUCACIÓN

Más allá de estadísticas e índices económicos con los que se solazan los políticos y que registran la aparente evolución del país, los verdaderos parámetros de desarrollo pasan por otras variables que están signadas por la calidad: fundamentalmente la calidad de la educación, y la calidad de vida, reflejada por el poder adquisitivo de la población.

Analizado nuestro país desde estos parámetros, la involución nacional es dramática. Y cuando hablamos de educación, no hacemos distingos entre la educación pública de gestión oficial o privada, porque ambas sufren la consecuencia de la carencia de un Plan Estratégico Nacional, quedando las comunidades educativas (docentes, alumnos, padres), abandonados a su suerte.

Tomemos por ejemplo a la ciudad de Buenos Aires, como caso testigo.
- Sabemos que el 50% del alumnado porteño es absorbido por la educación privada.
- El presupuesto 2005 recientemente aprobado, es el mismo del año anterior (1.386 millones de pesos).
- Más de un 85% de esa cifra va a la educación de gestión oficial, y el resto, para subvencionar casi exclusivamente a la educación de gestión privada, pero confesional.
- No hay ninguna política concreta de apoyo a la educación, mientras que otras actividades sí la reciben, con desgravaciones impositivas para incentivar su desarrollo.
- Los colegios no son empresas económicas lisas y llanas, porque ante todo tienen un compromiso social: la formación integral de los futuros ciudadanos: son organismos sociales antes que económicos.
- No existe en el mundo un colegio de excelencia académica y educación de avanzada, que se mantenga exclusivamente con los aranceles escolares, que apenas alcanzan para el “día a día”.
- La Secretaría de Educación, al no tomar ninguna medida de raíz, brilla por su ausencia, adscripta a la política del “que quede todo tal cual”, de modo de que la gestión siga sin grandes sobresaltos, hasta terminar su mandato. Así fue la gestión Filmus en la ciudad, repetida ahora dolorosamente a nivel nacional. La gente del ambiente educativo, sabedora de la capacidad profesional del actual Ministro de Educación, se sorprende por esta evidente inacción. Todos se preguntan: ¿Filmus habrá quedado acorralado por un gabinete nacional donde más allá de lo discursivo, la revolución educativa que el país necesita no está entre sus prioridades?

¿Qué conclusiones podemos sacar en primera instancia?
- La educación privada le “ahorra” al Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, la suma de 1.200 millones de pesos anuales, al derivar a su ámbito a la mitad del alumnado capitalino.
- Las instituciones educativas no confesionales, que en sus comunidades plurales admiten alumnos de cualquier credo, no reciben ningún tipo de subvención o apoyo estatal, a pesar de ser emprendimientos donde sus fundadores han puesto todo su capital intelectual y económico para contribuir a una actividad fundamental para transformar el país.
- En los últimos cinco años, solamente en la ciudad de Buenos Aires, han desaparecido casi un centenar de estos colegios de gestión privada, que no subvencionados y sometidos a presiones abusivas de la AFIP (que los considera “grandes contribuyentes”), no tienen más remedio que cerrar sus puertas definitivamente.
- La Secretaría de Educación es un ámbito burocrático que consume en su área administrativa buena parte del presupuesto, y que más allá de las expresiones de deseos, poco y nada hace por mejorar la educación en los términos de un cambio de base.
- La Legislatura no avanza con los proyectos de defensa de la autonomía institucional de las escuelas, y ni siquiera tiene en carpeta proyectos de apoyo específico a la educación que sí tienen por ejemplo los organismos económicos privados para fomentar sus exportaciones.
- El Gobierno se preocupa por contar con una Ley de Educación Sexual, pero no se percata de que ni siquiera tiene una Ley de Educación.

A fuer de ser sinceros, tampoco está instalado en la sociedad el tema de la educación como prioridad nacional. Salvo los llamados de atención de capacitados educadores y pedagogos cuyas reflexiones aparecen con cierta asiduidad en los medios de comunicación, los argentinos evidenciamos una inacción para peticionar a nuestros mandatarios un cambio educativo que nos aleje de las miserias físicas y morales que se abaten sobre nuestro país y sus habitantes, y que se expresan no sólo por el estado de abandono en que se encuentra la educación oficial y privada, sino también en el deterioro educativo generalizado, reflejado por ejemplo, en el habla de los argentinos y en los gustos culturales que expresa el rating televisivo.

¿Y entonces, qué hacemos?
Si queremos realmente pensar en la posibilidad de tener un país digno de vivir, se impone la concreción de un Pacto Social Educativo, donde todos: sociedad, gobierno, empresas, medios de comunicación, se impongan el compromiso de involucrarse verdaderamente en un proceso de transformación educativa nacional, que implique recuperar el objetivo de la escuela, que es educar integralmente a los alumnos, capacitar continuamente a los docentes y orientar a las familias, mientras que ahora, y particularmente en el ámbito de escuelas de gestión oficial, la actividad pasa prioritariamente por atender necesidades de alimentación, higiene, cuando no temas relacionados con la violencia y las adicciones.

Los fondos públicos salen de los bolsillos de la gente, y deben volver a la gente, en este caso, transformados en educación para todos. ¿Cuál es el Plan Estratégico Nacional en materia de educativa? Un No-Plan, también es un Plan. Se puede hacer política por acción, inacción u omisión. Los resultados del No-Plan están a la vista: docentes mal pagos y peor capacitados para un mundo con escenarios en continuo cambio y exigencias de recursos intelectuales cada vez mayores, alumnos con lenguaje soez que se multiplica didácticamente en la caja boba de la TV y cuyas posibilidades de inserción laboral en el futuro serán casi nulas, colegios privados que desaparecen inexorablemente hostigados por los propios organismos oficiales como la AFIP, en un gobierno que ni siquiera ha pensado en implementar políticas de apoyo a la labor cultural y educativa de gestión privada. Desde el gobierno, a las actividades petroleras se las incentiva, a muchas actividades relacionadas con la exportación se las protege, a muchas actividades deportivas se las defiende. En cambio a la educación laica de gestión privada, se la ataca impositivamente y se la destruye sin que a nadie se le mueva un pelo.

Retemos a nuestra imaginación. Pensemos que Sarmiento redivivo se hace cargo hoy mismo del Ministerio de Educación. Imaginemos su vehemencia y su puño lleno de verdades. Deduzcamos su bronca y su dolor por el estado en que se encuentra la educación del país de quien fuera considerado “El maestro de América”. Supongamos su actitud ante la inacción gubernamental en su ahora relegada tarea de educar al soberano. ¿Quién quedaría a salvo de su aluvión moral, de su crítica despiadada, de su condena sin concesiones? ¿Los actuales gobernantes? ¿Los gobernantes pasados? ¿Los empresarios? ¿Los medios de comunicación? ¿La sociedad misma, que sabe defender sus derechos a cacerolazo limpio cuando le tocan el bolsillo, pero no lo sabe hacer cuando la condenan a un futuro lastimoso por no exigir a sus empleados (los gobernantes) que la Educación sea prioridad?
¡Sarmiento, volvé!

22.11.04

¿EMERGENTES O SUMERGIDOS?

Para un país que siempre fue exitista y cuyas inmensas mayorías siempre fueron adictas a las soluciones mágicas de sus grandes problemas, este resurgimiento económico argentino de los últimos tiempos pareciera ocultar como piadoso manto, la realidad de un país con una ominosa deuda que deberá renegociarse ab aeternum y que nos condena a estar permanentemente sumergidos, nosotros, nuestros hijos, y nuestros nietos.

El realismo mágico es hermoso para la literatura, pero en la cruda realidad no hay que creer en cuentos chinos, sino en la cultura del esfuerzo, del trabajo, del estudio, de la investigación, del patriotismo y de la organización política y social. Sin reglas claras y justicia justa, no hay honesto que aguante. Por eso el exilio. Por eso la diáspora de materia gris argentina hacia países confiables. Por eso la desazón de los que se quedaron para pelear por un país mejor.

Desde luego los estadísticas dicen que hemos crecido sostenidamente después de que nos declaramos alegremente en quiebra, con vivas y aplausos de los legisladores en el Congreso, y que el año próximo seguiremos creciendo, pero en tanto y cuanto esto no se refleje en la calidad de vida de la gente, lo que expresa este progreso nacional, en realidad es el índice del éxito que están alcanzando las grandes empresas privatizadas que posee el capital extranjero, y que otrora estaban en manos argentinas: gas, luz, petróleo, energía, minería, campos, ganado, cereales, etc. etc. etc.

Por otro lado, este veranito económico es común a numerosos países latinoamericanos (Chile, Perú, Brasil, Uruguay), pero lo que no es común a todos es el default, la constante necesidad de renegociar la deuda pública, la crisis del sistema financiero, la alteración constante del orden público debido a la inseguridad, la falta de contralor eficiente de las empresas privatizadas por parte del Estado y por ende la falta de inversión en energía e infraestructura, y la necesidad de normalizar el sistema político con las tan prometidas y nunca concretadas medidas tales como la reducción de los cargos de gobernantes para implementar menor gasto público en una "democracia de mínima expresión" eliminando tantos cargos oficiales (legisladores con legiones de ayudantes, asesores, secretarios y ñoquis), y demás variantes del exceso burocrático de gastos y principal artífice de la corrupción estructural estatal y la utilización de la política para fines particulares.

¿Democracia del, por y para el pueblo, como proponía Abraham Lincoln, o democracia como instrumento para perpetuarse en el poder cambiando cosas para que nada cambie?

¿Cuál es el Plan Estratégico en materia de Salud? ¿Cuál el de Educación? En síntesis… ¿Cuál es el Plan Estratégico Nacional Argentino, como lo tiene Chile o China, como lo tuvo el último estadista argentino, Arturo Frondizi? ¿Dónde está la reforma del Estado, la reforma constitucional, la reforma electoral para eliminar por ejemplo el sistema de listas sábanas? ¿Se está trabajando en este sentido, o se está trabajando para permanecer en el poder, creando (para no perder la costumbre) nuevos frentes de conflictos dentro del mismo partido gobernante?

¿Adonde fue el superávit? ¿A estos temas cruciales? No. Se destinó a seguir pagando religiosamente (más allá de los discursos en contrario) una Deuda Externa cuyo mondo nunca fue revisado y corregido, a Planes Trabajar que no son otra cosa que prebendas clientelísticas para no trabajar, y a mantener el paquidérmico y supernumerario aparato estatal. Y si no, que me lo desmientan con datos fehacientes… ¡Estaría encantado!

Alguna vez nos referimos en EL SUPLEMENTO al tema de los intereses propios y ajenos. No entender que nuestros intereses terminan donde empiezan los intereses de los demás países y corporaciones, y que dichos intereses se expanden en la medida de que el país que está enfrente no sea patriota y no se defienda apropiadamente, es de una ingenuidad letal.

Cuando Kirchner (que sigue gozando de un importantísimo consenso popular), trate de implementar medidas que apunten a una real transformación del país, y lesione por ende otros intereses no nacionales, necesitará para sostener esas medidas un frente interno homogéneo que no tiene.

Hay corporaciones locales que (bromas de mal gusto aparte), no lo ven con buenos ojos: sectores de la Iglesia, Empresarios, de Medios de Comunicación, de las Fuerzas Armadas, y de la no tan aletargada oposición, que están agazapados para atacar al gobierno desde las fisuras que empieza a mostrar. Y eso es lo que aprovecharán los intereses corporativos foráneos, para evitar que Argentina levante la cabeza de verdad, sola o junto a sus hermanos de Latinoamérica, llámese Mercosur o “Unión Latinoamericana” como propone Duhalde remedando a los Belgranos, Bolívares y Sanmartines

Duhalde jugará un rol muy importante en los próximos tiempos, y su accionar desde el poderosísimo aparato peronista de la provincia de Buenos Aires qué el domina, dependerá de cómo actúe el patagónico, que llegó al poder gracias al bonaerense, y al que en su objetivo de crear poder, a veces lo loa, y a veces lo ataca con o sin sutilezas.

Para que exista una nación debe haber sentimiento nacional. Y éste se evidencia cuando hay patriotismo. El patriotismo se da cuando hay sentido de pertenencia. Cuando hay sentido de pertenencia se ama la propia tierra. Cuando se ama la tierra de uno, se la defiende. Defender el país es defender nuestros intereses nacionales, y no los intereses personales, como han defendido los gobernantes que durante décadas, usufructuaron la política en su propio beneficio.

Los años han hecho de mí un hombre cauto, luego del excesivo optimismo juvenil y la voluntad que siempre tuve de creer en los gobernantes y hacer y proceder en consecuencia. Otra sería hoy mi realidad sociocultural, anímica y económico financiera, si no hubiera creído en mis maestros, y especialmente en los mensajes de los políticos de turno. No lo digo desde el arrepentimiento de haber apostado a una Argentina confiable como lo seguiré haciendo, sino del dolor de sufrir en carne propia el estado de absoluto desamparo jurídico y gubernamental en que se encuentran los argentinos que dedican todo su capital económico e intelectual en aras de un país mejor.

Por ejemplo, no me hubiera comido la frustración que significó participar como hombre de la cultura en el bochornoso gobierno alfonsinista, pletórico tanto de discursos sobre la ética como de de soberbia e ineficiencia administrativa.

Tampoco me hubiera comido bajo el pecado de “excesiva inocencia”, el verso de que con el menemismo entrábamos “en el primer mundo”, y el espejismo del “uno a uno”.

Y de ningún modo me hubiera fagocitado con tanto placer y emoción patriótica el mensaje preelectoral de todas las fuerzas políticas cuando decían (y siguen diciendo) que “La educación es la clave de la transformación social y el crecimiento sustentable”, mientras que en los hechos concretos, por acción y por omisión, los gobiernos de turno siguen dejando a la educación en general a la deriva (los ignorantes son más fácilmente manipulados), a los que pusimos nuestro esfuerzo, fortuna y capacidad profesional al servicio de la educación, aliviando a las arcas del gobierno (en la ciudad de Buenos Aires) de los costos que implica tener a la mitad del alumnado de la ciudad en colegios privados, y en particular, a quienes no tenemos subsidio alguno.

La educación está abandonada a su suerte, y la inequidad de la distribución de las subvenciones hace que unos colegios sigan (generalmente los confesionales), y los laicos que no tengan un apoyo extranjero o de fundaciones, tiendan inexorablemente a desaparecer (Más de ochenta en la Capital, en los últimos cinco años).

Sería suicida ponerle palos en la rueda a nuestro primer magistrado, desde luego, porque a todos los argentinos nos conviene que su gestión sea maravillosa, pero sí es preciso hacer recordar que las cosas que se prometen y no se hacen deben hacerse, que no hay que dejarse llevar por esa patológica tendencia a pensar en soluciones mágicas, y que hay cambios estructurales que son imprescindibles concretar para que dejemos de estar sumergidos mientras se nos quiera dorar la píldora diciendo que estamos “emergiendo”.

29.10.04

La importancia de la Educación Virtual para la formación y actualización docente

Si tuviéramos una visión reduccionista, podríamos suponer que el trabajo es importante por ser la fuente de creación de la riqueza. Pero el trabajo significa mucho más, porque mediante él podemos aspirar a la posibilidad de realizarnos como personas concretando muchas de nuestras aspiraciones, llevar adelante una familia, convertirnos en seres sociales, en ciudadanos, y encaminarnos al logro de una mejor calidad de vida para nosotros y quienes dependen de nuestro esfuerzo laboral.

Pero en este nuevo siglo, el trabajo humano tal cual lo hemos conocido, especialmente el trabajo manual, tiende a desaparecer. Las premoniciones ficcionales de escritores como Julio Verne, han pasado al plano de lo real. Por caso, para abaratar los costos, en buques factorías absolutamente tecnificados, equipados con robots inteligentes, se van construyendo durante el recorrido por aguas internacionales para no pagar impuestos, los automóviles que serán vendidos en los puertos de destino, a precios altamente competitivos.


Jeremy Rifkin en su libro "El Fin del Trabajo", afirma que en un futuro no muy lejano, sólo el 2% de la población laboral activa mundial actual, será el número suficiente como para abastecer con su trabajo manual a la totalidad de la población mundial. En este marco, solamente tendrían posibilidades de insertarse socialmente, de aspirar a su realización individual y colectiva, aquellos que tengan la posibilidad de ponerle valor agregado a su trabajo. Esto es, desarrollando capacidades, talentos, y adquiriendo la mayor cantidad y calidad de destrezas.

Aquel mundo predecible de hasta hace un par de décadas atrás, cuyos conflictos se solucionaban echando mano a fórmulas preestablecidas, ya no existe más. Nuestras viejas certidumbres de nada sirven para resolver las nuevas incertidumbres que nos plantea la vida cotidiana.


Y es menester hablar claro en una época en que las palabras parecen estar gastadas: a la luz de cómo están siendo formados en la actualidad, y del perfil que ya vislumbramos se irá requiriendo en el mundo del trabajo, la mayoría de los actuales alumnos –futuros ciudadanos– están condenados de antemano al desempleo o el subempleo. Las consecuencias psicológicas, sociales, económicas y culturales de esta situación son impredecibles.



Pero a no desesperar ante la contundente irrupción de la máquina que reemplaza al trabajo humano... Podemos contar con las armas apropiadas para combatir esta ignorancia funcional a la que nos está conduciendo la realidad. Y estas armas que debemos utilizar con carácter de urgencia no son otras que las que nos brindan las nuevas tecnologías. Porque afortunadamente existe una paradoja. Los recursos tecnológicos, por un lado, quitan fuentes de trabajo. Pero por el otro, son los únicos que pueden ayudarnos a evitar la exclusión de las grandes mayorías.



El analfabetismo funcional de los educadores, superados por los avances del saber, por nuevos contenidos y disciplinas, por mejores recursos y estrategias para educar, no puede superarse con métodos tradicionales. Urge capacitar a los docentes en general, y a los educadores infantiles en particular, y está claro que es imposible hacerlo al viejo estilo, haciendo todo de forma presencial, con tiza y pizarrón. Disponemos de otros mecanismos de capacitación masiva en la era digital, para distribución y almacenamiento de bits, para acceder a nuevos contenidos, para aprender nuevas estrategias. Contamos con recursos multimediales e hipertextuales, con la posibilidad de la interactividad, con la comunicación virtual sincrónica y asincrónica que elimina las distancias. Y todos estos recursos, unidos e interrelacionados, permiten la capacitación virtual, que no es otra cosa que la fabulosa posibilidad de cumplir aquél utópico ideal pansófico de Comenius, de "enseñar todo a todos".



La historia de los pueblos latinoamericanos es la historia de los sueños inconclusos, de las ilusiones eternamente postergadas. Una patética admonición dice: "Latinoamérica es la región del futuro... y siempre lo será", como queriendo significar que los ideales de los próceres que nos precedieron nunca serán concretados.



A lo largo de los últimos siglos, sometida al vaivén de los poderosos de turno, Latinoamérica no ha podido concretar sus ideales de progreso y mejora de la calidad de vida de sus habitantes. Como países periféricos alejados de los centros de poder y decisión mundial, las naciones que la constituyen enfrentan el ineludible desafío de diseñar y concretar finalmente su propio destino, de integrarse a este nuevo siglo con posibilidades ciertas de desarrollo y bienestar.



La idea de una Latinoamérica unida y soberana está aún vigente en la prédica de sus prohombres y libertadores, en todos aquellos que vieron en la educación de sus pueblos la llave para alcanzar la soberanía política y económica, la independencia cultural y la justicia y equidad social.



En este primer siglo del nuevo milenio, el incorporar las nuevas tecnologías al proceso de enseñanza y aprendizaje debe ser considerado un derecho inalienable, un derecho humano imprescindible si es que efectivamente pretendemos un mundo más justo y solidario. No se puede concebir una Latinoamérica próspera, sin autodeterminación política y económica, sin mercados eficientes y competitivos, pero tampoco sin la implementación de los recursos tecnológicos que contribuyan a expandir la capacidad humana.



Sabemos que la escuela, como artificio inventado por los adultos desde la época de Amos Comenius y su "Didáctica Magna", no ha logrado cumplir su objetivo de ser transformadora social, insertando a sus egresados como protagonistas activos del cambio hacia una sociedad mejor para todos y no para unos pocos.



La escuela (instrumento político si los hay), no ha estado a la altura de su misión. Unas reformas educativas se fueron sucediendo a otras, pero el cambio buscado no se ha producido... La escuela no logrará su misión, no alcanzará su objetivo de transformación, en tanto y cuanto siga existiendo la postergación social y económica de los pueblos.



Las mejoras propulsadas a partir de alianzas estratégicas entre organizaciones gubernamentales y no gubernamentales deberían ser la clave para que el esfuerzo conjunto desemboque en los ahora cada vez más lejanos objetivos de mejora sociocultural y socioeconómica.



Inútiles y prescindibles son los resultados de muchas "evaluaciones de la calidad educativa", toda vez que mensuran (y generalmente sólo lo memorístico en desmedro de otras tecnologías del intelecto) solamente a los alumnos y no a los docentes, dado que éstos son los principales protagonistas del cambio en cuanto deben preparar apropiadamente a sus estudiantes para el mundo del futuro. Más inútiles aún, si las "evaluaciones" se basan en parámetros que de ningún modo ponderan las destrezas, capacidades y talentos imprescindibles para tener una expectativa de éxito en un futuro próximo, cuando el hoy alumno, pretenda integrarse al difícil mundo laboral que le espera.



Un docente que no domine recursos tecnológicos que cambian y se perfeccionan constantemente, no maneje idiomas (en nuestro caso, inglés, portugués, castellano), no se actualice constantemente en recursos pedagógicos y técnicas de enseñanza, es como dijimos, un "analfabeto funcional", un iletrado del nuevo siglo que mal puede contribuir a la formación de los nuevos ciudadanos. Ningún cambio será posible sin una alta profesionalización docente.



Del mismo modo que existe un currículo formal (escrito), un currículo real (los contenidos que se enseñan), y uno oculto (todo lo que se enseña y se aprende sin estar escrito), también los docentes tienen una formación formal (los contenidos programáticos que figuraban en las materias de su carrera docente, muchos de ellos ya perimidos), una formación real (lo que se les enseñó y realmente aprendieron, en su gran parte obsoleto), y una formación oculta (todo lo que no está escrito, pero forma parte efectiva de su formación o deformación profesional, de sus esquemas mentales, de su idiosincrasia, de su impronta personal.


En las últimas décadas, dado que dentro del espectro de profesiones, la docencia no es la más “apetecible”, no han sido precisamente los mejores alumnos egresados de la enseñanza media los que eligen seguir la profesión de educadores: generalmente los alumnos con los mejores promedios optan por otras carreras liberales con predominio de las comerciales. La mayoría de quienes ingresan a la carrera docente lo hacen o como "aves de paso" hacia otra carrera, o para quedarse, pero en ambos casos para tener la posibilidad de un empleo generalmente mal pago pero seguro, con ciertas características que otros empleos no tienen, como los mayores períodos vacacionales, la posibilidad de trabajar medio turno, y otros beneficios sociales y mutuales.



Por otro lado, muchos padres y docentes, protagonistas de una alianza educacional que cada vez es más endeble, son sensible y contundentemente superados por otros "educadores" que no precisamente inculcan en niños y adolescentes valores humanos positivos, sentimientos de pertenencia e identificación nacional y regional, y a aprehender su propia cultura. Tal el caso de los contenidos que brindan muchos medios gráficos, orales y audiovisuales, especialmente la radio y la TV, excelentes elementos de transculturación, que sólo priorizan el rating y las ventas, pero que a la vez someten a la audiencia a una alocada carrera cuyo resultado no es otro que la medianía intelectual.



Aunque cambiar la escuela y sus determinantes duros (gradualidad, rigideces, simultaneidad, etc.), sea casi imposible, nos queda al menos la posibilidad concreta de reformular y reformar la educación para hacer de ella un instrumento liberador de las miserias físicas y morales que se despliegan de forma alarmante sobre nuestras sociedades.



Y si bien la punta del ovillo del cambio para la transformación es la escuela infantil, también es cierto que al hablar de educación no nos referimos exclusivamente a las escuelas sino también a las instituciones de todo tipo: políticas, sociales, comunicacionales, deportivas, y a la cultura en general.



Hoy en día, equidistante de la visión conductista del "docente como eje del acto educativo" y de ciertos excesos de una concepción centrada en el alumno (con el docente como "facilitador del aprendizaje"), la multíada integrada por el alumno, el docente, la familia, y los recursos didácticos en átomos y bits, constituyen el marco educativo.



Pero sin saber manejar los nuevos recursos tecnológicos, que ofician de excelentes catalizadores y optimizadores del proceso de enseñanza y aprendizaje, sin saber desarrollar las capacidades y talentos que todos los niños tienen, sin enseñar múltiples destrezas, nuestros docentes seguirán siendo en vez de ejes y propulsores del aprendizaje, ejes y propulsores de la ignorancia y la frustración.



Es conocido a modo de ejemplo contundente, el concepto de Seymour Papert, cuando dice que si ahora mismo resucitaran un médico, un ingeniero y un docente del siglo diecinueve, los dos primeros no podrían trabajar, dados los increíbles adelantos evidenciados en ambas profesiones. Sin embargo, y como palmaria prueba del atraso existente, el maestro redivivo podría continuar con sus clases y asignaturas, como si nada hubiera pasado... La educación se quedó en el tiempo y la herramienta tecnológica es el medio masivo para acceder a nuevos saberes y recuperar raudamente el tiempo perdido.



El "miedo al cambio" típico de los esquemas mentales perimidos, más la imposibilidad económica de acceder a las herramientas tecnológicas, conspiran contra esta impostergable necesidad de incorporar sin más dilaciones las nuevas tecnologías al proceso de aprendizaje de alumnos y docentes. Del mismo modo que la aparición de la escritura fue una bisagra en la historia de la humanidad, otro tanto está pasando con la hipertextualidad que nos ofrecen los recursos multimediales y telemáticos.



Está absolutamente comprobado que docentes pertinentemente capacitados en el uso de herramientas tecnológicas, convenientemente actualizados en la aplicación de nuevos lineamientos pedagógicos y recursos didácticos, adiestrados en la implementación de tecnologías y herramentales de management educativo, pueden con óptimas garantías propulsar el desarrollo cualitativo de sus alumnos, propiciando una formación sólida, sustentable en el tiempo, y de alto grado de logros, tal cual lo confirman sólo algunos centros educativos de verdadera excelencia, que ya se han incorporado decididamente a esta revolución educativa que nos ofrece un futuro que literalmente ya ha comenzado.



La labor de padres y docentes debe ser complementaria y sinergizante, y se concretará eficazmente a través de la telemática. Tenemos frente nuestro un arma poderosísima, sorprendentemente libre y anárquica, que adecuadamente utilizada (especialmente en la capacitación virtual de padres y docentes), puede transformar espectacularmente las condiciones de dependencia de nuestros pueblos.



La democratización del saber, la democratización de la inteligencia que pregona el venezolano Luis Alberto Machado, finalmente puede y debe concretarse a partir de un adecuado sistema de intercomunicación digital y con la educación virtual de los docentes. Cientos de miles de docentes deben capacitarse y actualizarse permanentemente para estar en condiciones de colaborar eficiente, eficaz y efectivamente en la formación integral de sus alumnos. Y para ello, la enseñanza virtual es la solución más concreta, práctica, económica y democrática, al brindarnos la posibilidad de llegar a todos simultáneamente, de proveer una capacitación apropiada según las necesidades de cada docente y de cada región.



En plena crisis de la pedagogía moderna, ya se ha iniciado una dramática transformación de la enseñanza y el aprendizaje. Una verdadera revolución cultural en la cual debemos necesariamente involucrarnos no como meros espectadores sino como activos protagonistas del cambio.



Desde luego que si nuestros gobernantes no asumen el liderazgo político de transformar realmente el instrumento político y de cambio social por excelencia que es la educación, correrán el serio riesgo de comprar los nuevos "espejos de colores", representados por rimbombantes ofertas de capacitación virtual docente que no son otra cosa que un negocio más para los proveedores de máquinas, cursos y software, que anunciarán un cambio que no es otra cosa que mero gatopardismo, más de lo mismo, más obsolescencia, en nuevo envase digital. La revolución educatiuva d ela que hablamos no se refiere solamente al continente (nuevas tecnologías de la información y la comunicación), sino y fundamentalmente de destrezas, técnicas, contenidos y herramientas que aún la docencia no ha incorporado a su dominio.



La transformación debe apuntar a algo terriblemente difícil de implementar; a un cambio cultural, a un verdadero cambio de esquemas mentales de nuestros docentes, generar la cultura de la auto-capacitación continua, pero es importante recalcarlo, con contenidos que efectivamente sean transformadores.



Dada la tremenda y decisiva significación que tiene en el futuro de las personas su formación inicial, no cabe duda que esta revolución educativa debe comenzar en la escuela infantil y con los educadores infantiles.



En la Educación virtual y continua de nuestros educadores infantiles, está la clave de los próximos tiempos, está la puerta de acceso a un futuro mejor, está la esperanza de sociedades más justas, conformadas por ciudadanos libres.

28.10.04

VIVIR EN PELIGRO

Por Luis Alberto Lecuna

La sociedad está sufriendo las consecuencias de un deterioro ético, signo evidente de la pérdida de valores. La corrupción no es un tema exclusivo de la clase política, ya que está instalada en el seno de la misma sociedad: en los funcionarios públicos de planta permanente, en los empresarios, en las fuerzas de seguridad, en los comerciantes, en la gente. El tema es que la responsabilidad de los políticos es muchísimo mayor, porque ellos, que son o debieran ser nuestros empleados, en su inmensa mayoría no han estado en las últimas décadas a la altura de su misión. La labor de muchos de ellos ha sido defender intereses ajenos a los de la gente, ajenos al bienestar general.

En todo gobierno (tanto en Argentina como en EEUU, como en España, como en cualquier otro país del globo), hay un grupo de personas y personajes, con mayor o menor grado de anonimato, que conforman un “Think Tank” o laboratorio de ideas. Esto es, una usina de interpretación de la realidad, y a partir de ella, de generación de conductas a seguir, que luego encontrarán su mano ejecutora en el político de turno. Todos los integrantes de estos laboratorios de ideas (intelectuales, abogados, sociólogos, filósofos, economistas, astrólogos, pensadores, científicos y paracientistas de la más variada gama), se asumen como expertos en políticas públicas e interpretación de la realidad, y su percepción se convierte en la realidad misma, cuando sus propuestas y convicciones se transforman en los libretos que llevan adelante los políticos desde sus cargos de gobernantes.

En última instancia, en el teatro de la vida los políticos no son autores sino artistas que interpretan con gran soltura y eficiencia los textos que les proveen sus “Think Tanks”.

El otro ingrediente imprescindible para que su tragicomedia parezca exitosa, es el apoyo mayoritario de la ciudadanía, cuyo voto se logra manipular fácilmente con la tarea constante del generador y modelador de esa entelequia llamada “opinión pública”, que no es otro que el “cuarto poder”, o sea buena parte de los medios de (in)comunicación en todos sus formatos y soportes.

En síntesis, la realidad no existe. Lo que existe es la percepción de la realidad que tenemos, a partir de la implementación de decisiones hechas por empleados nuestros (los políticos), que en vez de hacer lo que necesitamos, ejecutan las propuestas de estos iluminados ideólogos y analistas que deciden qué es lo que según ellos necesitamos, con la anuencia y la prédica ad hoc de muchos medios de comunicación masiva.

Si los resultados de este cóctel “ideólogo-político-media” fueran positivos, el mundo desde luego sería maravilloso. Pero la verdad, es que los resultados son cada vez peores. La sociedad (argentina, española, estadounidense, mundial) vive en peligro. La sociedad vive cada vez con mayor inseguridad. La sociedad vive con miedo. En el momento que estoy escribiendo esta nota, alguien en Argentina está planeando un secuestro que concretará en los próximos días, alguien está reunido en la clandestinidad para ver cómo asestarle un nuevo golpe a España por haber formado parte de la invasión a Iraq, y algún fundamentalista de la Guerra Santa está fraguando un plan para vengarse en el propio suelo del otro fundamentalista, el de la “Guerra Preventiva en nombre de la Democracia”.

¿Y que hace el Think Tank? Si el miedo de la gente es el emergente, se aprovecha la consecuencia en vez de atacar las causas, porque ello implicaría asumir su fracaso predictivo y prescriptivo. El miedo es muy importante para muchos analistas de Think Tanks adictos a las visiones belicistas, porque implica futuros votos a sus proyectos de aumentar presupuestos para la defensa y para la industria de la guerra.

Por eso a través de las latitudes y a pesar de contar con problemáticas diferentes, muchos mandatarios del mundo recurrieron, recurren y recurrirán al miedo para sostener el rumbo que sus Think Tanks le marcan, aunque éste vaya en contra de los intereses de sus pueblos.

Resulta asombrosa y a la vez explica la catadura ética de muchos políticos, (meras marionetas de los Think Tanks de turno), que ayer como congresales avalaron con su voto el despojo de los intereses estratégicos nacionales en medio de coimas y corrupción generalizada (tal el caso de Argentina), y hoy votan medidas que apuntan a “la recuperación de la ética pérdida”...
La hipocresía humana es infinita.

El Think Tank español de Aznar, le recomendó alinearse con el Think Tank norteamericano, que le pasa letra a su excelente intérprete, el fundamentalista cristiano que revolucionó la semántica con la introducción de conceptos como “guerra preventiva” y “daños colaterales”, que en realidad significan “invadir con falsos pretextos para quedarme con el petróleo”, y “matar civiles, mujeres y niños inocentes”. Para cumplir con su Think Tank, el gobierno de Aznar alineó a la prensa, mandó tropas a Iraq, y recibió la brutal respuesta de Atocha, cosa que el estulto Think Tank aprovechó para que su títere de turno dijera que era la ETA, de modo de matar dos pájaros de un tiro. Pero la opinión pública está aprendiendo a librarse de cierta “opinión publicada”, y Aznar fue arrojado del gobierno por la fuerza de las urnas.

Las erróneas decisiones de los Think Tanks norteamericanos a partir de la era Reagan, han vuelto al planeta Tierra en un sitio inseguro. Y esto les juega en contra para su visión del mundo de la Postguerra Fría. Hacen una apología de la democracia y sus virtudes, cuando en realidad utilizan toda la liturgia democrática para que sea funcional a sus proyectos Trasladan “los beneficios de la democracia” a pueblos invadidos, sin entender que hay otras culturas y otras concepciones de la vida, y se ofenden cuando estos pueblos de seres inferiores no saben aprovechar su propuesta redentora. Y como desde el inicio de los tiempos la violencia engendra violencia, su accionar se transforma en una prolífica fábrica de enemigos. Pero en su soberbia, eso los tiene sin cuidado. En su fundamentalismo el tema no admite medias tintas: “El que no piensa como nosotros es nuestro enemigo”, y lo atacaremos como sea: con armas, con bloqueos económicos, con sanciones comerciales, comprando políticos, y/o con recetas que ni figuran en los textos de Maquiavelo.

Y si bien el tema del respeto irrestricto a las libertades individuales forma parte del ideario democrático, no queda otra que reducirlas a partir del miedo al terrorismo, para continuar imponiendo su visión donde las grandes corporaciones del sector privado sigan llevando las riendas del país, el Estado esté reducido a su mínima expresión y se privatice todo, donde todo siga girando en torno a la economía (tanto tienes, tanto vales), y el patriotismo se exprese con el consumo (cuanto más consumas y te endeudes, más patriota eres, porque así estarás moviendo la economía)

Y no nos engañemos: aunque esta vez se evite el fraude en Florida y gane Kerry, las cosas no cambiarán sustancialmente ni para los norteamericanos en general, ni para los latinos que viven en el gran país del Norte, ni para los argentinos, ni para los demás países del mundo.

Soñar no cuesta nada… Pero resulta utópico pensar que pueda surgir en EEUU un Think Tank movido exclusivamente por valores humanos positivos, que desde la sinceridad y la humildad por ejemplo le haga decir al nuevo Presidente:

“-Pueblos del Mundo. Queremos pedir perdón. Nos equivocamos. La violencia no es el camino. Las inmensas sumas de dinero que el pueblo norteamericano brinda al Estado a partir de su trabajo, las hemos invertido en la industria de la guerra, haciendo más ricas a las grandes corporaciones, sembrando violencia en el mundo bajo la bandera de la democracia y las libertades individuales, y haciendo a muchos pueblos más hostiles hacia nosotros, generando violencia por doquier, incluso en nuestra propia casa. Resulta patético reconocer que las personas inocentes que murieron el 11 de septiembre, pagaran sus impuestos para que nosotros alentáramos con nuestro accionar tanto odio como el que llegó a tronchar sus vidas.
Estados Unidos nació como un pueblo ejemplo de la humanidad, rescatando los valores éticos de la Democracia, pero últimamente hemos traicionado esos valores con dobles discursos, con hipocresía, sembrando el caos en todo el orbe y haciendo a nuestro propio país inseguro y coartando las libertades individuales porque no sabemos cuándo ni dónde recibiremos la represalia por nuestra conducta beligerante y por tanta muerte innecesaria.
A partir de ahora, la industria de la guerra se transformará en la industria de la paz. Construiremos sembradoras y cosechadoras en vez de tanques. Compensaremos los daños que provocamos con nuestras guerras preventivas y tantas muertes de inocentes. Ayudaremos al mundo para que podamos hacer de esta tierra un lugar sin hambre ni pobreza. Cumpliremos nuestro destino manifiesto, pero no desde la prepotencia por ser y sentirnos la nación más poderosa de la Tierra, sino desde el valor humano fundamental, común a todas las religiones y visiones éticas de la vida, común a judíos, cristianos, musulmanes, hinduistas y budistas, que es el Amor. Perdón a todos. Una nueva era comienza para la Humanidad”

En la soledad de mi estudio, imagino las carcajadas de Paul D. Wolfowitz, Grover Norquist, Dick Cheney, Donald Rumsfeld y de todos los ideólogos de los Think Tanks actuales, si leyeran las absurdas ideas de este olvidable y estúpido escritor y periodista latinoamericano, que desde el realismo mágico de la literatura fantastica que caracteriza a muchos sudacas, aún cree en los espejitos de colores.

18.10.04

NO HAY FUTURO SIN EDUCACIÓN

por Luis Alberto Lecuna*

(Publicado en la Revista de Cultura Ñ, el 16 de octubre de 2004)


Si existen dos conceptos íntimamente ligados, ellos son Educación y Futuro. Cuando mejor sea la calidad de la educación, mejor será la calidad del futuro de una sociedad. En el mismo sentido, en esta Sociedad del Conocimiento que plantea el nuevo siglo, sin educación, un pueblo no tiene futuro.

Por eso no es casual que en los discursos preelectorales todas las agrupaciones políticas consideran a la educación como uno de los pilares de su programa de gobierno. Pero la realidad educativa del país habla por sí sola a la hora de establecer el tamaño de la brecha que existe entre lo que se dice antes y lo que se hace después, durante el ejercicio de la función pública.

Desde hace más de cuarenta años, Argentina sistemáticamente se ha degradado en lo educativo y cultural hasta límites inimaginables. Y en estos momentos de retrospectivas setentescas, no es azaroso citar los principios de la década del sesenta, para establecer un punto de inflexión negativo en la historia de la cultura cívica y la educación de nuestra sociedad.

La organización ciudadana, el respeto (en todas sus facetas), los roles sociales paradigmáticos (papá, mamá, la maestra, el policía), y el sentido de pertenencia e identidad nacional que existían en ese entonces, se fueron diluyendo hasta ingresar los argentinos en la era de la globalización, tremendamente devaluados en nuestros valores más profundos, sin un proyecto claro y compartido de país, y tan acuciados de problemas que el gobierno considera un logro simplemente el superar los conflictos del día a día.

Como si viviéramos tras los influjos de una especie de doctrina del eterno retorno, los males que nos acucian son siempre los mismos, a punto tal que si tomamos reflexiones de los referentes más reconocidos de nuestra historia, sus conceptos se pueden aplicar a la perfección para estos tiempos.

“La educación es un instrumento que prepara a las personas para resolver los problemas con los que deben enfrentarse. La democracia política es impensable sin un pueblo educado. Sólo a través de la educación puede desarrollarse un pueblo capaz de gobernarse a sí mismo. La instrucción pública es la medida de la civilización. El poder, la riqueza y la fuerza de una nación dependen de la capacidad industrial, moral e intelectual de los individuos que la componen y la educación no debe tener otro fin que el aumentar estas fuerzas de producción, de acción y de dirección, aumentando cada vez más el número de individuos que las posea”.

Estas reflexiones pertenecen a Sarmiento, y son tan actuales como estas otras de Belgrano, expresadas hacia 1796, cuando Buenos Aires aún pertenecía a Virreinato del Río de la Plata: "He visto con dolor, sin salir de esta Capital, una infinidad de hombres ociosos en los que no se ve otra cosa que la miseria y la desnudez, gente infeliz, con niños que resultarán salteadores o mendigos... Estados seguramente deplorables que podrían cortarse si se les diese auxilio desde la infancia, proporcionándoles una regular educación".

Si convenimos entonces en que la Educación es la llave y la clave para la transformación
social hacia una mejor calidad de vida, para conformar una sociedad mejor
y un país mejor, todo debería confluir y girar en torno a la misma: la legislación vigente, las políticas de Estado, el apoyo de la actividad privada, la consideración de los entes de recaudación impositiva, las estrategias nacionales de actualización y formación continua. Pero nada de eso sucede.

Frente a un escenario mundial en continua transformación y más allá de todo voluntarismo, los docentes se han convertido en analfabetos funcionales que por ende, mal pueden capacitar apropiadamente a los ciudadanos de este nuevo siglo. Se impone por lo tanto un plan estratégico para la jerarquización integral de su rol, de modo que la profesión -desde la escuela infantil en adelante- tenga rango universitario, para que cada educador incorpore en su área de competencias las estrategias, recursos, técnicas, tecnologías, herramientas y herramentales imprescindibles para poder formar adecuadamente a sus estudiantes.

Decía también Sarmiento estos otros conceptos lamentablemente actuales : “...es muy seguro que no educando a las generaciones nuevas, todos los defectos de que nuestra organización actual adolece, continuarán existiendo, y tomando proporciones más colosales, a medida que la vida política desenvuelve mayores estímulos de acción, sin que eso mejore en un ápice la situación moral y racional de los espíritus...”

Más allá de las buenas intenciones, que generalmente quedan sólo plasmadas en el papel pero no en los hechos cotidianos, el tema de la educación como eje de la transformación social, política y moral aún no está instalado como prioritario en nuestra sociedad, y sólo a partir de su consideración como tal, podremos atesorar la esperanza de un futuro mejor para nuestro país y sus habitantes. Por ello, si en plena Era del Saber como valor agregado, no incorporamos a la Educación en primerísimo lugar al debate de los males que nos aquejan y cómo salir definitivamente de ellos, la guerra estará perdida.

* Educador. Investigador Pedagógico
Especialista en Management Educativo y Política Cultural

23.9.04

CARTA ABIERTA AL PRESIDENTE KIRCHNER

Excelentísimo Señor Presidente de los Argentinos:

Un estadista, un verdadero estadista, es aquel que además de comprender la realidad del presente, sabe mirar más allá de la coyuntura y problemática cotidiana, y tiene una clara visión del futuro, del camino a seguir y de las metas a alcanzar.

Un estadista es eficiente y no efectista. Sabe que ha sido electo pero no se siente un elegido. Y antes de regalar pescados, enseña a pescar.

Un estadista no gobierna con decretos de necesidad y urgencia, sino que brega por el libre interjuego de las instituciones y poderes republicanos.

Un estadista cuenta con equipos interdisciplinarios altamente capacitados que desarrollan y ponen en la práctica planes estratégicos en materia de cultura, educación, salud, seguridad, vivienda, desarrollo industrial, pensando el país de los próximos cinco, diez, quince, veinte años.

Un estadista es prospectivo antes que retrospectivo. Se ocupa del futuro antes de preocuparse por problemas del pasado trayéndolo al presente y reavivando heridas. Y si utiliza la retrospectiva, sólo lo hace para sacar conclusiones integradoras, evitar cometer los mismos errores que se cometieron antes, y rescatar y aplicar medidas de probado éxito.

Un estadista, es aquél que sabe que en su rol de primer mandatario, por acción u omisión influye decididamente en el curso de la historia de su país. Sus aciertos benefician y sus errores condenan a millones de personas. De un estadista cabal, sólo se esperan aciertos.

Un estadista no habla en primera persona, sino desde el “nosotros”, porque sabe que su éxito depende de todos, tanto del equipo que le da sustento teórico y aplicación práctica a su propuesta de gobierno, como de todos los ciudadanos que desde su lugar de trabajo, desde sus familias, contribuyen al engrandecimiento de una nación.

Con una deuda externa monstruosa, con los precios de la canasta familiar en alza, con el país en cesación de pagos, con disminución en el poder adquisitivo de los salarios, sin radicación suficiente de empresas e industrias, ni inversiones extranjeras que apuntalen el desarrollo tecnológico e industrial, con compromisos internacionales no cumplidos, con un país en crecimiento con la necesidad que esto implica de contar con combustibles y energía, solamente un primer magistrado que además sea estadista, puede conducir la nación por un rumbo seguro.

Tal el panorama que se le presentaba a principios de 1958 al último estadista que tuvo nuestro país. Tal el panorama que en esta apocatástasis o penosa historia circular, se le presenta también a Usted, actual presidente de los argentinos, que si bien llegó a la primera magistratura con un exiguo porcentaje de votos, goza ahora de un amplio consenso, en parte porque su discurso y sus actitudes son de defensa de nuestros intereses nacionales, y en parte porque las argentinos tenemos la necesidad de creer que todavía podemos alentar la posibilidad cierta de ser un país creíble, de que la corrupción no siga adueñándose de nuestra realidad, y de que todavía podemos tener un futuro digno como nación independiente y soberana.

Con Frondizi, y merced a la presión de intereses económicos e ideológicos internos y externos, el país perdió la última ocasión durante el siglo pasado, de ser definitivamente un país desarrollado, culto, independiente, creíble, como lo son hoy muchos países del primer mundo.

Está en Usted, señor Presidente, aprovechar esta oportunidad que le brinda la Historia, de modo de no perder la posibilidad de conducir a la Argentina a ese destino de grandeza que hasta ahora sólo ha sido retórico.

Su énfasis retrospectivo lo llevó a reavivar la dolorosa problemática de los años setenta. Seguramente hubiera sido mejor para el país, haber vuelto sus recuerdos diez años más atrás, precisamente a la época de Arturo Frondizi. Recordar como se vivía en nuestra patria a principios de los sesenta suena a cuento, a la luz de esta otra Argentina sumergida en el pantano de la inseguridad, la incultura, y el deterioro más profundo de la historia en toda su trama social.

En cada ciudad, en cada pueblo, en cada familia, el respeto, y el orden eran la regla y no la excepción. Papá era papá, mamá era mamá, y la maestra, el empleado de banco y el policía, personas respetadas como paradigmas sociales y ejemplos a seguir.

Los chicos aprendían a no derrochar y todos tenían por eso su libreta de ahorro, y no estaba en los almacenes de barrio el cartel de “No se fía”, porque si bien no existía la tarjeta de crédito, sí había una libreta de tapa negra donde el almacenero de la esquina anotaba las compras de mamá, que se pagaban religiosamente cada mes. Había la estabilidad suficiente como para que la gente pudiera planificar su futuro.

No existía la presencia hegemónica de la música en inglés ni la cumbia villera, pero nuestros padres disfrutaban los tangos interpretados por Julio Sosa, y los chicos nos entusiasmábamos con cada nueva zamba que aparecía, y el furor por el folklore hacía que en la escuela armáramos nuestros propios conjuntos a puro bombo y guitarra. Los desfiles del 25 de mayo y del 9 de julio eran una fiesta ciudadana, y el sentimiento de identidad y pertenencia era la forma lógica de expresar el orgullo de ser argentinos. En ese entonces, lo más importante era el respeto por la Ley.

A usted le ha tocado conducir un país que está y estará hipotecado por generaciones. Los nietos que aún no tengo nacerán en este suelo con su cuota-parte de una ominosa deuda externa que ni ellos ni sus padres contribuyeron a contraer.

Después de gobiernos de facto alternados con democracias débiles, a los argentinos nos queda claro que la democracia es la mejor forma de gobierno posible, pero al evaluar la evolución de nuestra calidad de vida después de estos últimos veinte años de alternados gobiernos peronistas y radícales, también nos queda claro que una cosa es la forma de gobierno, y otra cosa, la forma de gobernar.

Usted invirtió hasta ahora buena parte de su gestión en una intensa y desgastante presencia mediática que continuaron sus adláteres más conspicuos y fidedignos. Un discurso enfático, vehemente, transversalista, a la defensiva y beligerante a la vez, contra enemigos reales e imaginarios.

Los argentinos honestos y que aman a su país, entienden que el esfuerzo principal de un estadista debe orientarse a la solución de los problemas más acuciantes, gestionando con sabiduría, llevando adelante planes de gobierno transformadores para el corto y largo plazo.

No le quepa ninguna duda que cada vez que tome medidas que defiendan nuestra dignidad y nuestros intereses estratégicos naciones, brotarán como hongos después de la lluvia los enemigos propios y ajenos para atacarlo con su envolvente retórica.

Pero tampoco tenga dudas de que cada vez que equivoque el rumbo, que no veamos que hay un plan estratégico claro y en marcha en materia de salud, educación, seguridad y en todos aquellos temas que son sensibles a la sociedad, seguirán surgiendo voces desairadas que no necesariamente serán las de sus enemigos, sino las del propio pueblo que le exigirá decisiones acertadas.

Un estadista no se maneja a impulsos orgásmicos, cediendo o concediendo sólo ante la presión de la gente manifestando en la calle. La prospectiva que implementa todo estadista implica también anticiparse a los hechos, ejercer de algún modo la medicina preventiva en el tejido social de la nación.
Los pragmáticos norteamericanos ejercen el patriotismo de una manera muy concreta: consumiendo. Porque consumiendo reactivan constantemente su economía, sus industrias, y consolidan las fuentes de trabajo. Por eso la importancia de que la gente tenga poder adquisitivo. Por eso la importancia de un IVA bajo. Por eso lo imprescindible del crédito accesible y a bajas tasas, para comprar vivendas a treinta años, para emprender negocios e incrementar las fuentes de trabajo, para poder planificar un futuro, máxime en esta época en que los bancos luego de hacer sus pingües negocios durante el menemato, ahora gozan de una gran liquidez. Poder adquisitivo es reactivación constante del mercado interno y mejor recaudación fiscal. Y es mejor calidad de vida para todos.

Por eso la importancia de apoyar a los emprendedores honestos y no someterlos al castigo de una jurisprudencia que muchas veces conspira directa o indirectamente contra el crecimiento del país, atosigando a las PyMes, poniendo en estado de indefensión jurídica a los pequeños emprendedores. Es inadmisible que sólo en la ciudad de Buenos Aires hayan desaparecido en los últimos años más de ochenta instituciones educativas de gestión privada, y que buena parte de la educación en general, esté muy lejos de formar cabalmente al ciudadano de este nuevo siglo. ¿No era que la educación es la clave del progreso de una nación y el motor de la transformación social? A los que hacen su aporte intelectual y patrimonial en aras de la educación, ¿hay que castigarlos hasta su literal desaparición, o apoyarlos desde la leyes y la política fiscal, para que ejerzan sin palos en la rueda su tarea civilizadora?

Un estadista responde al clamor del pueblo y arbitra las medidas para que se efectúe la reformas que garanticen una política más transparente y no prebendaria, sin listas sábanas, sin pícaros y corruptos llenándose los bolsillos a costa del sufrimiento de la gente.

Están dadas las condiciones para que no sólo Argentina sino que también gran parte de Latinoamérica sea un área de desarrollo sostenido como fue en los años sesenta. Usted tiene un ámbito tan complejo como el que se presentó a Frondizi, pero posibilidades quizás mayores. No es tan grande la conspiración para impedir que continúe en el poder, hay un marco regional propicio y afín a los cambios que necesitamos, y hasta sus más conspicuos detractores tienen que admitir que su gestión sabe administrar: las reservas del Banco Central superan los dieciocho mil millones de dólares y la inversión neta anual ya está casi en los porcentajes de la década del noventa, cuando llovían alegremente los dólares que ahora debemos, con más sus intereses leoninos.
Pero en nuestro país hay todavía cinco millones de compatriotas bajo la línea de pobreza, y debe quedar claro que si retóricamente se está en contra de la política clientelística, el camino para eliminarla no es continuar con la distribución prebendaria de subsidios, planes trabajar, jefas y jefes, sino la generación genuina de empleo y la educación, enmarcados en una plan estratégico de desarrollo integral.

En síntesis, Excelentísimo Señor, los argentinos necesitamos un Estadista, y está en Usted pasar a la Historia como tal, o ser más de lo mismo. Para ese propósito sepa que cuenta con el aval de millones de argentinos que desde Argentina o desde el autoexilio al que los llevó un país que expulsa a sus hijos, esperan de buen gusto que su patria sea previsible, y se consolide como nación soberana, del lado de los países que logran brindar a sus habitantes progreso integral, estabilidad, desarrollo sustentable y calidad de vida.

1.8.04

REFLEXIONES DEL MAESTRO





“Todos somos culpables, pero si hubiera que repartir responsabilidades,
las mayores caerían sobre las clases dirigentes. ¡Si resurgiera San Martín caparía a lo paisano varias generaciones de mandantes!”

René Favaloro


Hace ya cuatro años, movido por la indignación y la cuota de vergüenza que me correspondía, escribí una artículo sobre la muerte del Dr. René Favaloro, al que titulé "El Asesinato de un Maestro". Les mandé la nota a varios amigos, evidentemente algunos de ellos la enviaron a otros amigos, alguien la publicó en una lista de correos, y por esas cosas de Internet, tuvo una distribución masiva en la Red.

El artículo recorrió el mundo, y llegó a muchísima gente. Entre ellos, Pablo Garriga, quien por medio de un mail me solicitó autorización para publicarlo en El Suplemento.
A partir de allí generamos un vínculo virtual que continúa hasta nuestros días, y que implicó el desafío de escribir un informe mensual para los argentinos de la diáspora, aquellos que por distintas circunstancias están alejados de su tierra natal, pero con el alma y su corazón en las lejanas pampas.

Favaloro nos dejó un maravilloso ejemplo de vida: honestidad, trabajo con pasión, esfuerzo y sacrificio sin límites, cultivo activo de la ética, humildad, trabajo en equipo, sacrificio de lo individual en beneficio de lo colectivo, sensibilidad social, respeto por la verdad...Pero lo más patético de su entrega, fue que por la inoperancia del Estado, por la mediocridad de nuestros políticos, terminó dejándonos también un terrible ejemplo de muerte.

Una característica fundamental de su personalidad, y que obviamente era absolutamente diferente de la mayoría de nuestros connacionales, era su voluntad de "hacerse cargo" de su cuota parte de responsabilidad como integrante de la sociedad. Por lo general, el argentino es individualista, piensa en sí mismo, y sólo reacciona cuando siente un perjuicio personal, más por interés propio que por ser integrante de la comunidad nacional. El concepto de “trabajar hasta el sacrificio” no existe en su código de vida. Un código que sí tenían los próceres fundacionales de nuestra patria.

El Congreso fue ámbito para las coimas, la corrupción, el mirar para otro lado, mientras se convalidaba la aprobación del despojo del patrimonio nacional. Debía haber sido el ámbito del debate de las ideas, la caja de resonancia de las demandas de la sociedad. Pero en los noventa nadie discutía las políticas de Estado, y mientras las fábricas desaparecían, en el país del trigo llegamos por ejemplo, a ingerir galletitas fabricadas en Grecia. Hoy en día, como ya se vendió todo, el mismo Congreso donde aplaudieron con entusiasmo la entrada en default, la quiebra del país, ahora es una estructura vacía, de pasillos desiertos, donde nada importante sucede, por que no tiene agenda propia, y porque el estilo K no necesita del aval de los congresistas para seguir construyendo poder.


Si no estamos dispuestos a comprometernos a luchar por los cambios estructurales que nuestro país y toda Latinoamérica demandan principalmente en educación y salud seguiremos siendo testigos de esta sociedad injusta donde parece que el tener y el poder son las aspiraciones máximas”.

René Favaloro


En el plano de lo teórico, quien sigue la carrera política lo hace con los nobles sentimientos de servir al pueblo, de poner su esfuerzo y su pasión cívica en beneficio de la sociedad, de su progreso y desarrollo, de su mejor calidad de vida. En el plano de los hechos, los políticos dedican sus esfuerzos a construir poder, a permanecer en el poder, mientras incrementan a discreción su patrimonio personal. Y si hacen lo contrario, no se nota, a juzgar por los resultados.

La Democracia como sistema es maravillosa, pero en manos de incompetentes sus logros no existen, y muy por el contrario, su mal uso nos conduce a la degradación social, a nuestra desaparición como nación. En los últimos cuarenta años, Argentina viene cayendo por una pendiente, y en su caída han contribuido todas las expresiones de la política y el poder vernáculos: dictaduras militares, radicales, peronistas, aliancistas… Todos han contribuido eficientemente a la debacle nacional.

El radicalismo que inauguró este frágil período democrático de veinte años, surgió con impensado ímpetu de la mano de Alfonsín, recitando el Preámbulo Nacional y con la bandera de la ética como alternativa a los manejos corporativos del peronismo. Y terminó siendo tan corrupto y prebendario como a aquél a quien pretendía combatir. Unos y otros han tenido como principal preocupación la pelea por cargos, por porciones de poder, por bancas de diputados y senadores, y por el uso clientelístico por parte de caudillos y punteros barriales de los recursos nacionales, desde las famosas "Cajas del PAN" (Plan Alimentario Nacional", hasta los actuales mal llamados "Planes Trabajar".

Porque de eso se trata para la mayoría de ellos la política (que no escuchen San Martín, Belgrano, Moreno, Sarmiento, Alberdi): de “hacer caja” y de perpetuarse en el poder.

¿Un paradigma de los nuevos ricos de la política? Quizás sea el Senador Jorge Capitanich, cuya fortuna personal actualmente bajo investigación, parece ascender a los treinta millones de dólares...


"Todos los problemas de la Argentina están relacionados con la educación. El único nivel educacional que funciona es el del jardín de infantes. El resto la primaria, el secundario, la universidad es un desastre. Y ese desastre se palpa a toda hora. Por ejemplo, a la hora de votar. Porque ¿ cuántos votan por el primer político que les da una botella de vino?. Desgraciadamente millones”.

René Favaloro


¡Qué bien hablan los políticos de la importancia de la inversión privada! ¡Qué discursos maravillosos sobre el valor de la educación como motor de la transformación social!
Pero en los hechos concretos, la realidad es que la educación privada está librada a su propia suerte, sin ningún tipo de apoyo, a pesar del alivio que implica por ejemplo para las arcas fiscales porteñas, donde el 50% de las instituciones son solventadas por el esfuerzo privado. Y la educación pública está en sus contenidos, a años luz de lo que debería ser la formación integral del ciudadano de este nuevo siglo. Una frustración más para agregar a la larga lista de frustraciones nacionales: la inexistente gestión del actual Ministro de Educación, Daniel Filmus…

El clientelismo político sigue a la orden del día. Se habló hasta el hartazgo de reformar la política. Se exigió con vehemencia "Que se vayan todos", como lúcido diagnóstico de que para que la democracia funcione, hay que barajar y dar de vuelta. Pero no se fue nadie. Siguen los mismos de siempre, y los que estaban callados porque les convenía y hacían sus negocios, ahora se despiertan y vuelven a escena para reclamar su tajada. Hasta los "gordos" de la resurgida corporación sindical vuelven en una "remozada" CGT, que vio invadido su espacio de reclamo social de mano del fenómeno piquetero. Detrás del tejido de esta nueva urdiembre están Gerardo Martínez, del sindicato de la construcción, y el gastronómico Luis Barrionuevo, aquél que en un rapto de sinceridad dijo hace unos años que "si en Argentina dejamos de robar por dos años, el país sale adelante…” (SIC)


“La salud tiene un alto contenido social. Mientras la gente siga viviendo en pocilgas, no hay solución...”

René Favaloro


Acaba de anunciar El Dr. K un importante Plan de Viviendas, de montos históricos. Me parece fantástico en la medida que las licitaciones sean diáfanas y alejadas de coimas, corrupción, negociados y componendas, y que haya permanente control de gestión por parte del Estado. Me hubiera gustado más que la cifra de casas a construir hubiera sido cuatro veces superior. La construcción de viviendas es el primer escalón hacia la dignidad humana, hacia la reconstrucción de un país que era ejemplo de desarrollo y educación, y hoy tiene la mitad de su población en la pobreza y casi diez millones de ellos en la indigencia absoluta, a merced de las lacras más terribles y degradantes: hambre, marginación, alcoholismo, drogadicción, prostitución infantil, y campo propicio para el cultivo y desarrollo de la delincuencia en todas su facetas: robos, secuestros, sin ningún respeto por la vida humana.

“La corrupción no es solamente la coima, los funcionarios ladrones, el narcotráfico y el lavado de dinero. Corrupción es también mantener las universidades en un estado calamitoso, una televisión donde sólo hay alaridos y violencia, la injusticia social, la desocupación, la marginalidad”.

René Favaloro


Si bien haber vendido y malvendido todos nuestros intereses estratégicos es algo terrible, no menos terrible es lo que hay debajo del iceberg: inseguridad, desesperanza, marginalidad, ignorancia…
La solución a los problemas de nuestro país se da con incremento de la producción, el empleo, el trabajo, la convivencia organizada, al funcionamiento de las instituciones con funcionarios probos…Y para eso se requiere un cambio cultural. ¿Y quién nos garantiza de que los honestos ocuparán las bancas de diputados y senadores, las intendencias y gobernaciones, cuando la política siempre ha sido campo de acción de los inescrupulosos?
¿Qué rol juegan los medios de comunicación como la TV, en este imprescindible cambio de esquemas mentales? Ninguno.

"Me voy, con la preocupación de una sociedad cada vez más injusta, donde unos pocos gozan hasta el hartazgo, mientras la mayoría vive en la miseria y la desocupación".

René Favaloro


La hipocresía parece ser uno de los patrimonios en ejercicio más comunes del linaje humano. No voy a referirme a ciertas hipocresías mundiales, porque basta ver Fahrenheit 9 /11, o enterarse de los manejos por parte de Aznar de los dineros públicos españoles para acceder a una medalla del Congreso de los EEUU.

Me refiero a la hipocresía de nuestros compatriotas, que se alzan contra la injusticia que repercute en ellos directamente (los ahorristas ante el corralito y la pesificación de sus dólares, por ejemplo) pero a quienes no se les mueve un pelo ante lo que no les influye directamente: niños que son prostituidos o se prostituyen para comer, niños que trabajan y no se educan, gente desnutrida y hambre en el país de las vacas...

Me refiero a la hipocresía de nuestros compatriotas que reclaman la llegada de inversores extranjeros que confíen en nuestro país y nos ayuden a reactivar las industrias, el empleo, y el crecimiento nacional, cuando ellos tienen su propio dinero (ciento cuarenta mil millones de dólares) en cuentas de bancos off shore, y no piensan ni por asomo en traerlo.

Estamos como estamos, porque somos como somos. Por nuestra falta de interés por controlar la gestión de nuestros mandatarios. Porque como bien decía Borges allá por 1946, "El argentino, a diferencia de los americanos del Norte y de casi todos los europeos, no se identifica con el Estado. Ello puede atribuirse a la circunstancia de que en este país, los gobiernos suelen ser pésimos…"


“La crisis en el sistema de salud es un problema serio que irá empeorando si no se toman medidas en el corto plazo. Los índices de mortalidad infantil, pobreza y bajo nivel educativo reflejan que el país ha retrocedido en estos temas claves”.

René Favaloro

¿Cuál es el camino del éxito para un país como Argentina?
¿El que propone Kirchner, con alianzas con Lula, Chavez y Castro, y concretar los “Estados Unidos del Sur”, favoreciendo el desarrollo regional, y estableciendo alianzas comerciales con países no tradicionales como China?
¿El que propone López Murphy, de seguir un camino como el de Chile, que ha crecido vertiginosamente en los últimos 20 años, sin alejarse sino integrándose con los países ricos del planeta?
¿Las posturas de Kirchner y Murphy son antitéticas?
¿Existe todavía una visión de “derecha” y una de “izquierda”, o en última instancia lo importante es ver de qué manera se defienden los intereses estratégicos nacionales y regionales, haciendo alianzas y tratados comerciales con los países que soberanamente se decida, sean del cuño ideológico que sean?
¿Qué es el “progresismo”? La inacción ante la alteración del orden público y los desmanes, para evitar ser tildados de “represores”, o el hacer respetar la Ley y las instituciones? ¿No será ser más progresista por ejemplo, abocarse a generar empleo y construir viviendas?

¿Qué hubiera pasado en Santa Mónica, San Diego, o en alguna ciudad de la Costa del Sol, si un grupo de activistas hubiera intentado ingresar por la fuerza en la sede del poder Legislativo?

A cuatro años de la muerte de Favaloro, el Maestro sigue salvando vidas por medio de quienes aplican sus técnicas, y nos deja este testamento moral, que vale la pena tengamos todos presentes, políticos incluidos, sean de “derechas” o de “izquierdas”…

“Dejo diez reglas de oro para los jóvenes: 1) honestidad; 2) culto a la verdad; 3) defensa de la libertad; 4) lucha por la democracia; 5) solidaridad; 6) responsabilidad y compromiso en todos los frentes; 7) lucha por la dignidad del hombre; 8) pretender una vida mejor en la Tierra; 9) bregar por la unidad latinoamericana; y 10) entender que nada, nada se consigue sin esfuerzo”

Luis Alberto Lecuna
lecuna@elsuplemento.com

24.6.04

EL PAIS QUE NO FUE

Por Luis Alberto Lecuna

Los nervios me impidieron seguir frente al aparato de TV para seguir viendo el segundo tiempo. Es que empezó para el infarto: a los veinte segundos, el árbitro expulsa a Vargas, y a los pocos minutos, llega el tremendo patadón de Lucho González, y con él, el empate de River.

Por eso fui a mi escritorio, encendí el ordenador y me puse a jugar on line al scrabble. De todas maneras se escuchaba nítidamente la voz del relator desde algunos de los televisores o radios encendidos por cábala en toda la casa.

En un momento, me percaté que me encontraba trilocado, esto es, en tres lugares a la vez. Estaba en www.cyberjuegos.com jugando a las cruzadas con una española de nick “Arantxa”, también estaba acompañando con el sentimiento a un grupo de jugadores xeneizes que por decisión de Castrilli estaban solos frente a setenta mil simpatizantes millonarios, y por esas cosas de la mente que no está sujeta a atadura de ningún tipo, también me había transportado a mi niñez, a partir de una pregunta que me había hecho a mí mismo, surgida de la combinación de una palabra escrita en el scrabble, y del partido de fútbol que antes veía, y ahora sólo escuchaba. La palabra escrita horizontalmente en el tablero por Arantxa era “país”.

País. Nuestro querido país... Ese país que pudo ser y no fue. Este país que es como ahora es y que nos duele por estar como está. El país que guardan en sus sentimientos más profundos los argentinos del exilio, aquellos que por ejemplo leen estas páginas desde algún lugar de California, de Miami, o de la española Costa del Sol...

Esa Argentina que tantos quisieran que cambiara, que tuviera un futuro predecible, expectativas ciertas de estabilidad y progreso. Una Argentina ideal a la que todos volverían de buen gusto, porque la mejor posibilidad de bienestar económico en el extranjero, no siempre compensa la nostalgia, las salidas con los amigos del barrio, los asaditos del fin de semana, y ese “no sé qué” de la patria lejana.

Porque por más que se consiga en Europa o EEUU yerba, dulce de leche, alfajores Havanna, o alguna carnicería argentina, no es lo mismo. Todos, los que estamos acá o allá, añoramos un país seguro, culto y educado, con un sistema de salud digno. Una patria que nos enorgullezca, y no esté en los esporádicos titulares de los diarios internacionales sólo por noticias catastróficas. Todos deseamos que nuestro país recupere las características de progreso que alguna vez tuvo, y que irremediablemente perdió, y que vaya uno a saber cuánto tiempo pasará para que vuelva a tener.

Y la pregunta que me hice fue “¿Por qué soy hincha de Boca Juniors?”

Automáticamente ví al chico que fui, jugando a la pelota en el patio del colegio salesiano de Mar del Plata... En esa época y debido al inevitable exitismo infantil, hubiera sido inconcebible que fuera de River como mi tío Luis, o de San Lorenzo, como mi tío Coco, o como Independiente, el club de mi papá. De hecho son muy pocos los argentinos que se hicieron hinchas del club de Núñez durante los 18 largos años que van desde 1957 hasta 1975 y en los que el título de campeón nacional le fue iteradamente esquivo. En cambio, Boca siempre daba satisfacciones, y en el colegio, al comentarse los éxitos del domingo anterior, el camino a ser hincha de Boca era un camino expedito y sin escollos: Campeón en 1962, 1964, 1965, 1969... Era el Boca de Roma, Simeone, Rattín, el “Tanque” Rojas, “Rojitas” y Paulo Valentim... Era la época de los chupetines “ChupeTucho” y de las figuritas “Fulbito”, cuyo álbum logré completar, y así pude tener la ansiada pelota “Número 5” de cuero...

La década del sesenta era para esos niños que éramos, pletóricos de vida e ilusiones, una década promisoria de tiempos mejores. Habíamos comenzado con un presidente constitucional elegido democráticamente, y su Ministro de Economía y de Trabajo (cuya pequeña hija no sabía entonces que iba a posar semidesnuda en un hebdomadario de circulación masiva y más tarde terminar en la cárcel por no poder demostrar que su enriquecimiento “no fue ilícito”), nos decía que debíamos ajustarnos el cinturón y que “había que pasar el invierno”, para acceder a una mejor Argentina, a un futuro próspero para todos...

La presencia de la cultura norteamericana seguía tan vigente como desde la misma irrupción mundial de Hollywood con su industria cinematográfica, y si bien no habían nacido ni Brad Pitt ni los fantásticos films de Steven Spielberg, se apreciaban en la pantalla grande “Amor sin Barreras”, “Lawrence de Arabia” o “My Fair Lady”, y a artistas de la talla de Sofía Loren, Rex Harrison o Julie Andrews. Pero había una diferencia sustancial con esta Argentina defaulteada y mediocre del nuevo siglo: El folklore nacional brillaba en todo su esplendor, y no había chico que no tuviera su guitarra, para entonar las nuevas zambas y chacareras que brotaban como agua de manantial: “Trago de Sombra”, “Guitarrero”, “Puente Pexoa”, “Sapo Cancionero”...


Y si bien el discurso de nuestros padres y maestros era el mismo, en el sentido de que su generación “había fracasado” y ya no vería a la “nueva Argentina”, el mensaje era que “ya llegarían tiempos mejores”, y que en nosotros, que representábamos el futuro, estaba depositada la esperanza de una Argentina mejor ...

¡Cómo se equivocaron!

La realidad es que a la distancia, sin haber imaginado nuestros docentes y progenitores lo que vendría, la vida que vivimos en los sesenta, hoy suena a paradisíaca, más allá del “Club del Clan” y los inviernos de Alsogaray, y gracias a los Beatles, el “flower power”, al amor a la patria, y a una estabilidad económica y un futuro inmediato mucho más predecible que el actual. Era la época en que se podía ahorrar, y un argentino medio podía cambiar todos los años su auto, entre los que ofrecía “Industrias Kaiser Argentina”

Estábamos más educados, había atención hospitalaria de muchísima mejor calidad, había más respeto entre la gente, más cuidado por los espacios públicos, quizás mayor solidaridad, y teníamos un presidente (Arturo Frondizi), que según los expertos de hoy, fue el mejor presidente que tuvimos los argentinos: un verdadero estadista, con un equipo que diseñó un verdadero plan estratégico, que se preocupó y ocupó en desarrollar el país más allá de la complejísima coyuntura interna y externa, hasta que los golpistas de siempre se lo permitieron...

La expansión industrial que propuso el desarrollismo logró incorporar tecnología y capitales extranjeros lo que permitió la evolución de la industria pesada y semipesada, y del aparato productivo. Una Argentina con industrias de bases, con PyMEs florecientes y un febril desarrollo fabril, que se extendió con sus vaivenes a lo largo de toda la década, más allá de que en 1962 un golpe militar acabara con la presidencia de Don Arturo (Frondizi), como lo volvería hacer en el ’66 con el otro Arturo (Illia).

La picardía del mellizo Guillermo me trajo al presente. El grito de mi hijo menor me acercó al televisor, para ver cómo el pretexto de los proyectiles arrojados por la hinchada, le sirvieron a Barros Schelotto para enfriar el partido y calentar a los de River, con Hernán Díaz a la cabeza.
Entonces se sucedieron 8 minutos para el infarto cardíaco masivo y la muerte súbita: Amarilla al mellizo - Rojas que se va lesionado - Astrada que se apuró en hacer los cambios y no puede reemplazarlo - Sambuezza (versión vernácula de Pee Wee Herman), que insulta al linesman Taddeo y por eso es expulsado - El Gol de Tévez - la expulsión de Tévez....

Otra idea disparatada me vino a la cabeza... ¿Cómo sería hoy un Boca-River como el que se estaba jugando, si se hubiera concretado la esperanza de nuestros mayores de los sesenta de una Argentina próspera, y después de cuarenta años de crecimiento sostenido, en vez de una nación emergente y periférica que exporta jugadores, fuera hoy un país del primer mundo que importa jugadores como España o Italia? Imagine el lector un Boca-River con los jugadores de ambos equipos que migraron al fútbol europeo, con más el refuerzo, por ejemplo de Zinedin Zidane, Henry, Ronaldo y Ronaldinho?

Pero la realidad es otra. País de contradicciones profundas, Argentina parece no tener la capacidad de generar instancias superadoras de las continuas antinomias que se dan desde su misma gestación, y que retardan ab aeternum su siempre postergado camino de progreso: morenistas o saavedristas, unitarios o federales, azules o colorados, peronistas o antiperonistas, Alfonsín o Menem, De La Rúa o Chacho-Alfonsín, Menem o Duhalde, y ahora, para no ser menos, Duhalde o Kirchner, que en vista de la conquista del poder en la estratégica provincia de Buenos Aires (decisorio terreno de batalla de la pretendida contienda ente la vieja y la nueva política), parece ser que cada hueste cuenta con sus propios piqueteros: los piqueteros kirchneristas de D’Elía, y según el propio D’Elía, los piqueteros duros de Castells, que son funcionales a Duhalde para desestabilizar el poder que se ha sabido construir Kirchner, desde el tibio 22% de votos presidenciales, hasta el actual 84% de aceptación por parte de la opinión pública.

¿Hasta cuándo durará este idilio del electorado con Kirchner? A nadie le conviene que a Kirchner le vaya mal, salvo a quienes alientan la esperanza de convertirse en presidente de los argentinos del post-kirchnerismo. Si el país crece, si ese crecimiento se evidencia en la calidad de vida de la gente, si se empieza a ver que además de la tarea permanente de crear poder, se piensa en el país de los próximos 5, 10 y 15 años, si se ve que se planifica estratégicamente, la confianza en Kirchner se mantendrá firme y sostenida.

Si se persiste en cierta adolescente actitud de rebeldía setentesca y no se gobierna con reformas de base y planes de desarrollo estratégico y bienestar que involucren a la totalidad de los argentinos, se habrá tendido nuevamente como con los anteriores presidentes de esta democracia tan magra en resultados, a repetir los errores del pasado, logrando nuevamente la paradoja y el triste mérito de que un “futuro mejor” lo hayamos tenido en algún momento del pasado.

Como tantos argentinos, crecí escuchando en mi infancia, adolescencia y vida adulta, que “ya vendrán tiempos mejores”. Pero la dolorosa realidad, es que con el correr de los años, cada vez estuvimos peor. Por eso la diáspora, por eso tanta desesperanza, por eso tantos argentinos buscando nuevos horizontes en países más creíbles, por eso tantos argentinos que se destacan en otros lados y añoran la posibilidad de volver a su patria, cuando la misma ofrezca signos inequívocos de que las cosas han definitivamente cambiado para bien.

Ojalá Kirchner no sea más de lo mismo, su discurso de cambio se concrete en la realidad, y la política clientelística y prebendaria no se lo fagocite, al tener que pactar con ella, para poder sostener la gobernabilidad.


NO SON SOLAMENTE LOS POLÍTICOS

Por Luis Alberto Lecuna

La "mayoría silenciosa", la clase media, aquella que siempre toleró sin hesitarse abusos de todo tipo y especie por parte de los gobernantes de turno, finalmente reaccionó, y sumó su grito de protesta al del pobrerío, al de los desvalidos de siempre, los cada vez más numerosos excluidos del sistema. (Ya se habla de un 40% de los habitantes en estado de pobreza)

Es que esta vez osaron tocarle la más sensible de las vísceras: el bolsillo. Fue así que el pueblo argentino sin distinción de banderías encontró en la clase política a su demonio, la causa de todos sus males. Y entonces saludable y promisoriamente ha emprendido un sistemático ataque contra sus representantes.

La mayoría ya no es más silenciosa: ahora habla, reacciona, se opone, reclama justicia. A este país que ha sido tratado como "jardín de infantes" (tal cual lo definía María Elena Walsh en la época de la dictadura militar), el corralito lo ha hecho madurar. "Cuando el pueblo se cansa, hace tronar el escarmiento", decía el viejo general.

Refiriéndose a la corrupción de nuestros congresales y de la deformación perversa del oficio de político como carrera para alcanzar velozmente y a toda costa el lucro personal, un conocido médico escribió: "Causa honda de esta contaminación general es, en nuestra época, la degeneración del sistema parlamentario. Cuando la política se degrada, se convierte en profesión. Lo que antes era signo de infamia o cobardía, ahora
se tornó en signo de astucia. Los deshonestos son legión; asaltan el Parlamento para entregarse a especulaciones lucrativas. Venden su voto a empresas que muerden las arcas del Estado; pagan con destinos y dádivas oficiales a sus electores, comercian su influencia para obtener concesiones en favor de su clientela".

He aquí una excelente pintura del escandaloso congreso nacional y de los políticos que supimos padecer. Al igual que los argentinos que salieron a las calles cacerolas en mano, quien escribió estos conceptos sabe de quienes habla, y por eso lo hace con propiedad. Sabe de los gastos superfluos, de los empleados "ñoquis", de los votos comprados y vendidos, de las coimas, del tráfico de "favores", en fin, del consuetudinario modus operandi de nuestra deleznable clase política.

El único dato que de algún modo puede llamar la atención, es que el autor de estas líneas en las que con tanta precisión se define a los políticos actuales, fue un médico fallecido en 1925: José Ingenieros, autor de "El hombre mediocre".

Achacarle a la dirigencia política y a los jueces de la Suprema Corte la culpa de la eterna postración y el fracaso de Argentina como nación, es reducir la verdad de una manera simplista, es usar la ley del menor esfuerzo, es no profundizar en razones mucho más profundas y diversas.

Porque no son solamente los políticos. La crisis es global y le atañe la responsabilidad a toda la dirigencia, sea esta política, económica, religiosa, sindical, empresarial o militar, y a muchos argentinos comunes que con su actitud también son culpables por acción u omisión.

Por eso avancemos un poco más. Dejemos por un momento a los que ostentan cargos políticos dentro y fuera del gobierno, utilicemos nuestro razonamiento para analizar a estos otros responsables, y veremos con dolor que son muy pero muy pocos los que quedan libres de culpa y cargo en esta sociedad enfermiza y decadente.

Hagamos entonces un boceto de los otros causantes de que estemos como estamos:

1.- Los empleados públicos
Los políticos son apenas un emergente de una manera de ser, hacer y ver el país cuyas consecuencias sufrimos todos por igual. La corrupción es histórica, y forma parte de la trama social, de la estructura del estado, de la inmensa mayoría de los ámbitos y corporaciones que constituyen la nación, de esas sucesivas seudopatrias que postergaron ab aeternum nuestro futuro de una sociedad mejor para todos (patrias sindicalista, contratista, financiera, bancaria).

Un concepto que ahora todos compartimos, "Si hay corrupción, no puede haber nación", ya fue dicho nada menos que por Manuel Belgrano hace casi doscientos años, en los albores de nuestra conformación como nación.

A fuer de cometer el error propio de las generalizaciones, y habida cuenta de que son escasísimos los lugares donde hay gente que escapa de esta categorización, comencemos por un nido de la corrupción estructural: el excesivo staff de las plantas permanentes de funcionarios públicos de municipios, gobernaciones y reparticiones públicas nacionales.

Es ese monstruo paquidérmico, ineficiente, y oneroso, meticuloso ejecutor de la "máquina de impedir" que se extiende en oficinas oficiales. Supernumerario, alejado de los conocimientos mínimos que deben poseer los integrantes de las organizaciones modernas, es uno de los sacos rotos por donde se pierde el esfuerzo de los argentinos que pagan sus impuestos.

Aun los políticos con buenas intenciones al poco de asumir su cargo, son devorados por el monstruo asfixiante de la burocracia estatal, constituido por la escoria de la política. El origen es polimorfo: son pocos los funcionarios de carrera, y muchos (demasiados) los amigos a los cuales se les devuelve el favor por haber "colaborado con la campaña" con un puesto en el gobierno, puestos pactados previamente con un puntero barrial, cargos reservados para un sindicalista que "movilizó gente", para "gente que hizo proselitismo para el candidato"...

La lista es infinita, y es así que quedaron en planta permanente estas excrecencias de los gobiernos de turno, ya sean de facto o democráticos, contribuyendo eficazmente al incremento inconmensurable de ese eufemismo que llamamos "gasto público".
En vez de generar en municipios y provincias actividades y emprendimientos que se dediquen a la producción de bienes, los políticos año a año, gestión tras gestión, han contribuido al incremento en el número de empleados públicos. Es así que son mayoría los municipios y provincias donde una de las principales "fuentes de trabajo" es ser empleado del gobierno.

La escena grafica un día tipo en una repartición oficial de un municipio: Al cohete pero muy temprano, ya llegan a su "puesto de trabajo". Tomar mate, lectura del diario, el obligado comentario del partido de fútbol de la noche anterior, hasta que se hacen las ocho y media de la mañana y llega el descanso de rigor con el café con las medias lunas. Atención al público como si se le hiciera un favor, expedientes que se mueven con la velocidad de una tortuga, y la ansiosa espera de la hora para retirarse a sus casas.

El razonamiento simplista del político es causa de la prolongación endémica de este mal: "Si se redujera a un límite lógico la cantidad de empleados deplanta, quedaría muchísima gente sin empleo ni beneficios ni "conquistas sociales", ocasionando el enrarecimiento del clima social, aumentando el desempleo y por ende agrandando la crisis".

Generar microemprendimientos, grupos cooperativos para implementar planes de vivienda, de producción de insumos básicos agrícolas, favorecer medidas que apunten a la autonomía económica de tanta gente, no son tareas que figuren en la agenda de prioridades de ningún político. Es más facil vivir a expensas del Estado...

2.- La justicia que no juzga
El argentino medio está absolutamente convencido de que la justicia no funciona. Que no es un poder independiente del legislativo y el ejecutivo. Que se mueve como una elite con prerrogativas y ventajas de high society que las alejan de la plebe. No pagan impuestos a las ganancias. Son vitalicios. y lo que es peor, no imparten justicia. Y sin justicia no hay país que funcione. También el común de la gente está convencida de que los peces gordos del robo, la coima, los negociados, las prebendas y privilegios, siempre "zafan", mientras que a los pobres pelagatos, a los pequeños infractores, indefectiblemente les cae todo el peso de la ley.

Por eso cuando se inauguró la fuente de la peatonal San Martín de Mar del Plata, debido a sus problemas de diseño la sabiduría popular la bautizó "La cárcel", porque "los chorros pequeños quedaban adentro, y los chorros grandes iban todos afuera".
La lista de delitos sin sanción cometidos en las últimas dos décadas es infinita, y justifican el descrédito y la total falta de confianza del pueblo en la justicia de nuestro país. La enumeración de estos affaires sin castigo sería de nunca acabar, pero baste citar casos en el que el mero nombre del elemento ya los identifica: la aduana, los guardapolvos, la leche, IBM-Banco Nación, el oro, las armas...

Pero el tema, insisto, es primariamente cultural. Es una excepción a la regla encontrar un juez de cámara, un secretario de juzgado, un abogado que en su escala de valores figure la patria. La inmensa mayoría tiene como meta en lugar de "hacer la patria" un norte más terrenal, concreto e inmediato: "hacer mucha plata".

3.- Los protagonistas de la "diplomacia generativa"
El término "diplomacia generativa" es una sofisticada manera de llamar a un sistema de concreción de obras públicas, en la que los actores salen beneficiados a costa de los ciudadanos. La diplomacia generativa tiene objetivos nobles y atendibles, pero el camino para llegar a ellos está sembrado de corrupción. Ejemplo: un grupo de empresas privadas al borde de la desaparición por falta de trabajo, detecta una necesidad de la gente.

Digamos por caso, la construcción de una ruta asfáltica para reemplazar a un camino de ripio que comunica varias localidades provinciales, o la construcción de casas dentro de un plan de viviendas. Entonces alguien se presenta ante las autoridades gubernamentales pertinentes, le propone realizar la ruta o el barrio en cuestión, se arma la licitación pública, se elige al mejor oferente, y la ruta se hace. Hasta aquí todo bien. Pero veamos los pormenores...

Las empresas contratistas que ingresan en la licitación, conforman una especie de "club" o "liga" y acuerdan previamente cuál será de todas la que realizará la obra, presentando el presupuesto más bajo. Ese precio más económico, en realidad es exorbitante: digamos el doble o mucho más de lo que realmente cuesta hacer el trabajo. Lo que pasa es que la empresa adjudicataria para haber ganado se comprometió a abonarle a cada una de las empresas que forma parte del "club" una suculenta "comisión" en mérito a haberse presentado en la licitación con propuestas inaccesibles. Además, deberá restituir el dinero que el club le dio a los gobernantes de turno para que aprobaran la idea y efectuaran el llamado a licitación. Estas sumas (siempre millonarias), va en parte a las arcas del político para financiar futuras campañas, y/o directamente para sus bolsillos.

Por lo tanto, la "diplomacia generativa" llega concretar muchos objetivos: se hace la ruta, se hacen las viviendas, lo cual es bueno, pero también se hace que políticos y empresarios incrementen notoriamente sus ingresos, y el pato de la boda es el pobre contribuyente, que paga a precio vil una obra que se podría haber hecho por muchísimo menor costo. Con la plata malhabida de funcionarios y empresas, se podrían haber construido no una sino dos rutas y/o dos barrios de viviendas...

4.- Los proveedores del Estado
Otro tanto con muchos de los proveedores de insumos, materiales, alimentos, etc. a dependencias del estado nacional. El esquema es que se paga por un bien o servicio un plus que va a parar a la empresa beneficiada y al funcionario espurio, lo que significa que con el mismo costo se podía haber brindado por ejemplo a las escuelas y hospitales públicos más alimentos, más medicamentos, más comida, más material didáctico, etc.

5.- Las seudopatrias
Eufemísticamente se les ha dado el nombre de "patrias" a los grupos y corporaciones que por encima de los intereses de la nación, presionan para lograr enormes y descabellados beneficios para su sector. Las "patrias" sindicalista, bancaria, financiera, contratista, son ejemplos concretos de este cáncer que carcome a la verdadera patria, y que alternativamente han ocupado el sitial protagónico en la historia del país, a costa de los ciudadanos honestos.

6.- Los argentinos sin sentido de pertenencia
Comencemos por los empresarios. No son malos en su rol. De hecho, si su negocio ha sobrevivido a 20 años de pésimas políticas gubernamentales y a varios años de recesión, algún mérito han de tener. ¿Sería entonces justo considerarlos con una cuotaparte de responsabilidad en la debacle de Argentina? Únicamente, si el análisis lo hacemos desde el sentido de pertenencia.

Cada empresa que por ejemplo se fue a Brasil alentada por las ventajas impositivas, significó una contribución significativa al aumento de la desocupación. ¿Y qué iban a hacer? ¿Quedarse y fundirse como tantas miles de empresas, desamparadas por un gobierno que pretendía hacernos creer que ya estábamos en el primer mundo?

Otro tanto en el caso de los miles de argentinos que tienen en cuentas de bancos ubicados en paraísos fiscales del extranjero, un monto igual o superior al de nuestra deuda externa. ¿Son apátridas por no haber invertido en el país y no haberle proporcionado empleo a cientos de miles de argentinos? ¿Acaso fueron más vivos que los idealistas que sí confiaron en el país y quedaron encerrados en el corralito?

Los problemas a resolver¿Cómo recuperar la confianza en las instituciones de la democracia?
Un famoso dicho popular afirma que "El que se quema con leche, cuando ve una vaca, llora". Las letanías y falsas promesas, y la defraudación moral a la gente, forman parte de la trama de nuestra historia contemporánea: ("Hay que pasar el invierno", "El que apuesta al dólar, pierde", "Hay que juntar plata y tejer bufandas para los soldaditos de Malvinas", "Después se va a devolver sin problemas lo del ahorro forzoso", etc. etc.)

La gente, el pueblo, los ciudadanos no confiamos en los políticos. Ni en la Suprema Corte, ni en los jueces menores. No confiamos en los sindicalistas, no confiamos en los banqueros. Sólo confiamos en nosotros mismos. No esperamos nada de gobiernos corruptos. Pero alentamos la esperanza de contar en esta refundación que llevará su tiempo, con gobiernos honestos, porque sí confiamos en las instituciones republicanas.

Estamos presenciando los estertores agónicos de un país que desaparece y que nos ha causado mucho daño. Mucha gente honesta ha quebrado económica y moralmente. Millones de sueños y de esfuerzos de toda una vida han sido tronchados. Las embajadas no dan abasto para atender a los argentinos de la diáspora. El gobierno actual, de Duhalde con Alfonsín entre bambalinas, es más de lo mismo, y la gente lo percibe.

El presidente (legal pero no legitimado por la gente), parece haber entrado en una anomia delarruesca fruto de las presiones internas y externas que recibe y que lo llevan errático a andar y desandar caminos. En el túnel sólo se ve oscuridad, o sea que no se ve nada.

Pero detrás de la crisis que recién comienza y que puede llegar a extremos y consecuencias inimaginables, tenemos la necesidad y el compromiso de gestar una nueva república sin los vicios y errores de la primera. Se está gestando una nueva Argentina, y el cambio cultural y de esquemas mentales que esto conlleva, será doloroso y complicado. No son solamente los políticos los responsables de que haya llegado Argentina a este estado terminal.

Por eso la idea de esta nota de explicitar otros bolsones de corrupción y otras causas de porqué se llegó a esta situación. Pero como los honestos son mayoría, sólo resta la esperanza de que la toma de conciencia que comenzó con los cacerolazos, se consolide en nuevas ideas, nuevas actitudes, nueva gente para un nuevo país.

El parto será doloroso, largo, terrible, pero recibiremos alborozados a una nueva y gloriosa nación, la nueva Argentina que se gestará a partir de la revolución de los honestos, de los patriotas, de los ciudadanos cabales.