23.9.04

CARTA ABIERTA AL PRESIDENTE KIRCHNER

Excelentísimo Señor Presidente de los Argentinos:

Un estadista, un verdadero estadista, es aquel que además de comprender la realidad del presente, sabe mirar más allá de la coyuntura y problemática cotidiana, y tiene una clara visión del futuro, del camino a seguir y de las metas a alcanzar.

Un estadista es eficiente y no efectista. Sabe que ha sido electo pero no se siente un elegido. Y antes de regalar pescados, enseña a pescar.

Un estadista no gobierna con decretos de necesidad y urgencia, sino que brega por el libre interjuego de las instituciones y poderes republicanos.

Un estadista cuenta con equipos interdisciplinarios altamente capacitados que desarrollan y ponen en la práctica planes estratégicos en materia de cultura, educación, salud, seguridad, vivienda, desarrollo industrial, pensando el país de los próximos cinco, diez, quince, veinte años.

Un estadista es prospectivo antes que retrospectivo. Se ocupa del futuro antes de preocuparse por problemas del pasado trayéndolo al presente y reavivando heridas. Y si utiliza la retrospectiva, sólo lo hace para sacar conclusiones integradoras, evitar cometer los mismos errores que se cometieron antes, y rescatar y aplicar medidas de probado éxito.

Un estadista, es aquél que sabe que en su rol de primer mandatario, por acción u omisión influye decididamente en el curso de la historia de su país. Sus aciertos benefician y sus errores condenan a millones de personas. De un estadista cabal, sólo se esperan aciertos.

Un estadista no habla en primera persona, sino desde el “nosotros”, porque sabe que su éxito depende de todos, tanto del equipo que le da sustento teórico y aplicación práctica a su propuesta de gobierno, como de todos los ciudadanos que desde su lugar de trabajo, desde sus familias, contribuyen al engrandecimiento de una nación.

Con una deuda externa monstruosa, con los precios de la canasta familiar en alza, con el país en cesación de pagos, con disminución en el poder adquisitivo de los salarios, sin radicación suficiente de empresas e industrias, ni inversiones extranjeras que apuntalen el desarrollo tecnológico e industrial, con compromisos internacionales no cumplidos, con un país en crecimiento con la necesidad que esto implica de contar con combustibles y energía, solamente un primer magistrado que además sea estadista, puede conducir la nación por un rumbo seguro.

Tal el panorama que se le presentaba a principios de 1958 al último estadista que tuvo nuestro país. Tal el panorama que en esta apocatástasis o penosa historia circular, se le presenta también a Usted, actual presidente de los argentinos, que si bien llegó a la primera magistratura con un exiguo porcentaje de votos, goza ahora de un amplio consenso, en parte porque su discurso y sus actitudes son de defensa de nuestros intereses nacionales, y en parte porque las argentinos tenemos la necesidad de creer que todavía podemos alentar la posibilidad cierta de ser un país creíble, de que la corrupción no siga adueñándose de nuestra realidad, y de que todavía podemos tener un futuro digno como nación independiente y soberana.

Con Frondizi, y merced a la presión de intereses económicos e ideológicos internos y externos, el país perdió la última ocasión durante el siglo pasado, de ser definitivamente un país desarrollado, culto, independiente, creíble, como lo son hoy muchos países del primer mundo.

Está en Usted, señor Presidente, aprovechar esta oportunidad que le brinda la Historia, de modo de no perder la posibilidad de conducir a la Argentina a ese destino de grandeza que hasta ahora sólo ha sido retórico.

Su énfasis retrospectivo lo llevó a reavivar la dolorosa problemática de los años setenta. Seguramente hubiera sido mejor para el país, haber vuelto sus recuerdos diez años más atrás, precisamente a la época de Arturo Frondizi. Recordar como se vivía en nuestra patria a principios de los sesenta suena a cuento, a la luz de esta otra Argentina sumergida en el pantano de la inseguridad, la incultura, y el deterioro más profundo de la historia en toda su trama social.

En cada ciudad, en cada pueblo, en cada familia, el respeto, y el orden eran la regla y no la excepción. Papá era papá, mamá era mamá, y la maestra, el empleado de banco y el policía, personas respetadas como paradigmas sociales y ejemplos a seguir.

Los chicos aprendían a no derrochar y todos tenían por eso su libreta de ahorro, y no estaba en los almacenes de barrio el cartel de “No se fía”, porque si bien no existía la tarjeta de crédito, sí había una libreta de tapa negra donde el almacenero de la esquina anotaba las compras de mamá, que se pagaban religiosamente cada mes. Había la estabilidad suficiente como para que la gente pudiera planificar su futuro.

No existía la presencia hegemónica de la música en inglés ni la cumbia villera, pero nuestros padres disfrutaban los tangos interpretados por Julio Sosa, y los chicos nos entusiasmábamos con cada nueva zamba que aparecía, y el furor por el folklore hacía que en la escuela armáramos nuestros propios conjuntos a puro bombo y guitarra. Los desfiles del 25 de mayo y del 9 de julio eran una fiesta ciudadana, y el sentimiento de identidad y pertenencia era la forma lógica de expresar el orgullo de ser argentinos. En ese entonces, lo más importante era el respeto por la Ley.

A usted le ha tocado conducir un país que está y estará hipotecado por generaciones. Los nietos que aún no tengo nacerán en este suelo con su cuota-parte de una ominosa deuda externa que ni ellos ni sus padres contribuyeron a contraer.

Después de gobiernos de facto alternados con democracias débiles, a los argentinos nos queda claro que la democracia es la mejor forma de gobierno posible, pero al evaluar la evolución de nuestra calidad de vida después de estos últimos veinte años de alternados gobiernos peronistas y radícales, también nos queda claro que una cosa es la forma de gobierno, y otra cosa, la forma de gobernar.

Usted invirtió hasta ahora buena parte de su gestión en una intensa y desgastante presencia mediática que continuaron sus adláteres más conspicuos y fidedignos. Un discurso enfático, vehemente, transversalista, a la defensiva y beligerante a la vez, contra enemigos reales e imaginarios.

Los argentinos honestos y que aman a su país, entienden que el esfuerzo principal de un estadista debe orientarse a la solución de los problemas más acuciantes, gestionando con sabiduría, llevando adelante planes de gobierno transformadores para el corto y largo plazo.

No le quepa ninguna duda que cada vez que tome medidas que defiendan nuestra dignidad y nuestros intereses estratégicos naciones, brotarán como hongos después de la lluvia los enemigos propios y ajenos para atacarlo con su envolvente retórica.

Pero tampoco tenga dudas de que cada vez que equivoque el rumbo, que no veamos que hay un plan estratégico claro y en marcha en materia de salud, educación, seguridad y en todos aquellos temas que son sensibles a la sociedad, seguirán surgiendo voces desairadas que no necesariamente serán las de sus enemigos, sino las del propio pueblo que le exigirá decisiones acertadas.

Un estadista no se maneja a impulsos orgásmicos, cediendo o concediendo sólo ante la presión de la gente manifestando en la calle. La prospectiva que implementa todo estadista implica también anticiparse a los hechos, ejercer de algún modo la medicina preventiva en el tejido social de la nación.
Los pragmáticos norteamericanos ejercen el patriotismo de una manera muy concreta: consumiendo. Porque consumiendo reactivan constantemente su economía, sus industrias, y consolidan las fuentes de trabajo. Por eso la importancia de que la gente tenga poder adquisitivo. Por eso la importancia de un IVA bajo. Por eso lo imprescindible del crédito accesible y a bajas tasas, para comprar vivendas a treinta años, para emprender negocios e incrementar las fuentes de trabajo, para poder planificar un futuro, máxime en esta época en que los bancos luego de hacer sus pingües negocios durante el menemato, ahora gozan de una gran liquidez. Poder adquisitivo es reactivación constante del mercado interno y mejor recaudación fiscal. Y es mejor calidad de vida para todos.

Por eso la importancia de apoyar a los emprendedores honestos y no someterlos al castigo de una jurisprudencia que muchas veces conspira directa o indirectamente contra el crecimiento del país, atosigando a las PyMes, poniendo en estado de indefensión jurídica a los pequeños emprendedores. Es inadmisible que sólo en la ciudad de Buenos Aires hayan desaparecido en los últimos años más de ochenta instituciones educativas de gestión privada, y que buena parte de la educación en general, esté muy lejos de formar cabalmente al ciudadano de este nuevo siglo. ¿No era que la educación es la clave del progreso de una nación y el motor de la transformación social? A los que hacen su aporte intelectual y patrimonial en aras de la educación, ¿hay que castigarlos hasta su literal desaparición, o apoyarlos desde la leyes y la política fiscal, para que ejerzan sin palos en la rueda su tarea civilizadora?

Un estadista responde al clamor del pueblo y arbitra las medidas para que se efectúe la reformas que garanticen una política más transparente y no prebendaria, sin listas sábanas, sin pícaros y corruptos llenándose los bolsillos a costa del sufrimiento de la gente.

Están dadas las condiciones para que no sólo Argentina sino que también gran parte de Latinoamérica sea un área de desarrollo sostenido como fue en los años sesenta. Usted tiene un ámbito tan complejo como el que se presentó a Frondizi, pero posibilidades quizás mayores. No es tan grande la conspiración para impedir que continúe en el poder, hay un marco regional propicio y afín a los cambios que necesitamos, y hasta sus más conspicuos detractores tienen que admitir que su gestión sabe administrar: las reservas del Banco Central superan los dieciocho mil millones de dólares y la inversión neta anual ya está casi en los porcentajes de la década del noventa, cuando llovían alegremente los dólares que ahora debemos, con más sus intereses leoninos.
Pero en nuestro país hay todavía cinco millones de compatriotas bajo la línea de pobreza, y debe quedar claro que si retóricamente se está en contra de la política clientelística, el camino para eliminarla no es continuar con la distribución prebendaria de subsidios, planes trabajar, jefas y jefes, sino la generación genuina de empleo y la educación, enmarcados en una plan estratégico de desarrollo integral.

En síntesis, Excelentísimo Señor, los argentinos necesitamos un Estadista, y está en Usted pasar a la Historia como tal, o ser más de lo mismo. Para ese propósito sepa que cuenta con el aval de millones de argentinos que desde Argentina o desde el autoexilio al que los llevó un país que expulsa a sus hijos, esperan de buen gusto que su patria sea previsible, y se consolide como nación soberana, del lado de los países que logran brindar a sus habitantes progreso integral, estabilidad, desarrollo sustentable y calidad de vida.