24.6.04

LA PREGUNTA DEL MILLÓN

Por Luis Alberto Lecuna


¿Cómo es posible que con la probada capacidad de los argentinos, que actualmente descollan en todos los ámbitos del quehacer humano, formando parte de instituciones científicas, megaempresas, centros de investigación y entidades de todo tipo instaladas en el “primer mundo”, no hayan logrado darse para sí, en su propia patria (tierra pródiga si las hay), un país digno, con gobiernos probos, y un destino signado por el progreso y la calidad de vida de sus habitantes?

Hernán V. es un joven ingeniero capacitado en sistemas, sin las posibilidades de un futuro acorde a su jerarquía académica y esfuerzo cotidiano. Luego de bregar incansablemente, tuvo lo que puede llamarse la “oportunidad de su vida”: una pasantía de dos meses en Dallas, en la sede de la empresa estadounidense para la que trabajaba en Argentina. En menos de un mes de verlo trabajar con ahínco y suficiencia, sus jefes texanos no dudaron en proponerle de inmediato trabajar permanentemente en los Estados Unidos: sesenta mil dólares anuales, vivienda, auto, y una serie de beneficios sociales y empresariales como forma inicial de ingresar a su nueva vida.

Su cuñado, Enrico S. es otro joven argentino brillante: arquitecto egresado con Diploma de Honor, Medalla de Oro y abanderado de su promoción en la Universidad de Buenos Aires. Actualmente trabaja en uno de los estudios más importantes de la capital de los argentinos y, teóricamente, debería sentirse agradecido por permanecer en la empresa después de que sus dueños hubieran reducido el plantel de arquitectos de 30 a 14, y por percibir mensualmente el equivalente a unos 240 dólares, algo así como 20 veces menos de lo que Hernán V. percibirá en igual período.

La ida de Hernán V. a EE.UU. ha generado, desde luego, los lógicos revuelos familiares. Desde Argentina, su novia María Celia M., ya está organizando su inminente boda, para así viajar, a principios de abril, hacia su nueva vida, en un cambio impensado meses atrás. María Celia es contadora pública, y también su carrera fue meteórica y brillante. Su hermana, la joven abogada María José M., mientras la ayuda en los preparativos, no desdeña la posibilidad de que ella y su marido Enrico S. tengan el mismo destino.

Para ello, el primer paso será que María Celia M. y Hernán V. lleven, junto con la mudanza, los currículums de María José M. y Enrico S. Y, seguramente, en no mucho tiempo, cuando los empresarios que tengan delante suyo los papeles que consignan la trayectoria de estos argentinos sin futuro en su tierra, pero altamente capacitados y con un perfecto dominio del idioma inglés, no dudarán en proponerles un trabajo con una remuneración acorde a sus capacidades y talentos.

Carlos Alberto M., el hermano menor de María José M. y María Celia M., un estudiante a punto de terminar el secundario en el colegio privado porteño Pueblo Blanco High School, en donde aprendió English as a first language, francés y portugués, es un gran jugador de fútbol, pero por ese apego tan especial que tienen entre sus integrantes las familias argentinas, dudaba de la alternativa de intentar conseguir una beca deportiva para estudiar Management y a la vez jugar en EE.UU al “soccer”. Ahora ve más concreta y factible la posibilidad, dado que no estará solo a partir de la “cabecera de playa” que una y quizás dos de sus hermanas se instalarán de ahora en más en la ciudad de Dallas.
Rafael H., ex compañero de colegio y de curso de Carlos Alberto M., tuvo que irse con su familia a vivir a EEUU, a un suburbio de New Jersey, pocas semanas después del trágico suceso de las Twin Towers, debido a razones eminentemente económicas: en Argentina sus padres no tenían futuro.

Con sentida emoción, quien fuera su Director en el citado colegio argentino, recibió a fines del año pasado una serie de e-mails y un fax, enviado por Mel H., la madre de Rafael H., donde consignaba que su hijo había sido preseleccionado para integrar el National Honor Roll, algo así como el Cuadro de Honor de los 25 mejores alumnos de todos los High School de Estados Unidos.

Daniel E., otro ex-alumno de la citada escuela, tuvo que viajar con sus padres y hermano a Florida, por las mismas razones económicas que la familia de Rafael H. y por la necesidad de contar con un futuro previsible. Se fue estando en 2º año del secundario, pero hete aquí, que su nivel académico rebasaba ampliamente los estándares norteamericanos, por lo que fue promovido inmediatamente a años superiores, y ahora está cursando materias correspondientes a 4º y 5º del High School.
Recientemente, una entidad inglesa de origen judío, habida cuenta de la terrible realidad argentina, ha ofrecido emigrar a Gran Bretaña a profesionales judíos argentinos: odontólogos, médicos y abogados que incrementarán el número de esta calificada diáspora de materia gris.

Estos ejemplos reales, concretos y contundentes, ofrecen sólo una faceta más de la debacle argentina: la de la enorme descapitalización de recursos humanos altamente calificados, que se viene produciendo con intensidad creciente en los últimos años.
En el otro extremo de esta dolorosa realidad que nada envidia a los macondos garcíamarquianos, el país que exporta el equivalente a 8380 calorías diarias por habitante y está en condiciones de alimentar a más de 250 millones de personas, tiene a la mitad de su población infantil padeciendo anemia, y a la mitad de su población total sin contar con las necesidades alimenticias básicas, lo cual implica desnutrición, imposibilidad de desarrollo aceptable de todas las potencialidades genéticas, y concomitantemente, disminución de masa corporal, retardo en el crecimiento, y trastornos neurológicos irreversibles.

La falta de trabajo, y la existencia de fuentes laborales que pecuniariamente no se condicen con la capacidad y el esfuerzo desplegados, el lógico temor ante un futuro incierto, una crisis que ya lleva muchos años y que parece haber llegado a su piso, pero “nunca se sabe”, la imposibilidad de poder diseñar un proyecto de futuro, la inseguridad urbana y rural, la violencia cotidiana retroalimentada por la falta de posibilidades, por el hambre y por la falta de ejemplos edificantes, y por encima de todo, la legítima desconfianza que despiertan los mediocres gobernantes que integran las corporaciones corruptas y literalmente mafiosas que tienen al país bajo su merced, son razones más que suficientes para que sigan estando las inmensas colas de argentinos en las puertas de las embajadas, en busca de nuevos horizontes fuera de su país.

Otra patética manera de ponderar la debacle del país es que antes de quedarse, muchos argentinos prefieren ir a vivir a Israel, a pesar de los atentados terroristas en las calles, restaurantes y micros y del interminable conflicto palestino-israelí.
En tanto, inversionistas extranjeros y los dolarizados empresarios argentinos amigos del poder, están haciendo sus pingües negocios ante los precios de la tierra y de inmuebles que están por los suelos. En esta Argentina de la debacle, el país está a precio de remate, y no es necesario tirar un solo tiro para apropiarse de él.

En tanto, los medios de comunicación nacionales, lejos de ser tribunas de esclarecimiento de ideas, de control de gestión, de ser unos de los ámbitos de concientización para la refundación patriótica del país, se han ocupado y preocupado minuciosamente por llenar sus páginas, sus espacios orales y televisivos en exponer las miserias de la reciclada y deleznable clase política, especialmente el conflicto del peronismo, la disputas intestinas de sus “capos”, la supuesta renovación justicialista expresada en “jóvenes” como Quindimil, preparando consciente o inconscientemente el terreno para una nueva gestión (¿o indigestión?) peronista para los próximos cuatro años.

En tanto, sigue sin producirse la cohesión de la gente honorable, para gestar esta necesaria “revolución de los honestos”, que dé por tierra con las corporaciones mafiosas políticas, sindicales, empresariales, bancarias, legislativas y judiciales que han hecho de Argentina un país que expulsa a los capacitados, e incapacita cada vez más a los que no se pueden ir.

La idea y los ideales de la Alianza, más allá de los errores garrafales de sus referentes máximos, Chacho y Chupete, sigue vigente. La reconstrucción del país, la posibilidad de cortar definitivamente con el “más de lo mismo” representado por Duhalde y Menem, son directamente proporcionales a la posibilidad de que quienes están desunidos y superan el umbral ético, puedan reunirse en una gran coalición, por encima de sus intereses y ambiciones personales, y colocándose la investidura de lo que la Argentina necesita imperiosamente: estadistas probos, capaces, idóneos, decentes, y con capacidad de gestión.

Patricia Bullrich propuso acordar la firma de un documento de concordancia democrática, con una propuesta programática base, pero cada uno de los referentes potables, encerrado en su torre de marfil, no tuvo en cuenta esta propuesta. No parecen estar dadas las condiciones para que el espíritu aliancista que insisto, sigue absolutamente vivo a pesar de los tremendos errores de sus referentes frepasistas y radicales, logre instalarse por encima de las antinomias.

Hace unos meses atrás, cuando el fervor de los cacerolazos y las asambleas populares estaba intacto como hoy en día, pero también activo y en la calle como hoy no lo está, hubiera pensado con criterio, que esta no por postergada inevitable “revolución de los honestos”, tendría su primavera.

Hoy, ante la inminencia de unas elecciones carentes de seriedad cívica, no me parece tan loca la idea de una coalición por encima de izquierdas y derechas, pero unida por la honestidad y la decisión unánime de eliminar a la corrupción.

Caso contrario, temo que la imperiosa refundación nacional seguirá postergada por otro período, que continuará la diáspora de miles de argentinos con la dolorosa descapitalización de materia gris argentina que ello implica, y se profundizarán los males, las miserias físicas y morales de un país a la deriva, que continúa perdiendo entidad e identidad.

Lo doloroso de la pregunta del millón no es la pregunta, sino que la respuesta sea individual, y tenga que ser buscada en el extranjero, ya que el diagnóstico lo conocemos todos, pero no estamos preparados cívicamente para “ponerle el cascabel al gato”, y encarar todos los argentinos honestos, la definitiva cruzada contra la corrupción y los corruptos que nos dominan y deciden por nosotros nuestras vidas, condenándonos a padecer nuestra historia, en vez de hacerla, digna, de calidad, acorde con la prodigalidad de la bendita tierra en la que hemos nacido, y que cada vez nos es más ajena.