29.10.04

La importancia de la Educación Virtual para la formación y actualización docente

Si tuviéramos una visión reduccionista, podríamos suponer que el trabajo es importante por ser la fuente de creación de la riqueza. Pero el trabajo significa mucho más, porque mediante él podemos aspirar a la posibilidad de realizarnos como personas concretando muchas de nuestras aspiraciones, llevar adelante una familia, convertirnos en seres sociales, en ciudadanos, y encaminarnos al logro de una mejor calidad de vida para nosotros y quienes dependen de nuestro esfuerzo laboral.

Pero en este nuevo siglo, el trabajo humano tal cual lo hemos conocido, especialmente el trabajo manual, tiende a desaparecer. Las premoniciones ficcionales de escritores como Julio Verne, han pasado al plano de lo real. Por caso, para abaratar los costos, en buques factorías absolutamente tecnificados, equipados con robots inteligentes, se van construyendo durante el recorrido por aguas internacionales para no pagar impuestos, los automóviles que serán vendidos en los puertos de destino, a precios altamente competitivos.


Jeremy Rifkin en su libro "El Fin del Trabajo", afirma que en un futuro no muy lejano, sólo el 2% de la población laboral activa mundial actual, será el número suficiente como para abastecer con su trabajo manual a la totalidad de la población mundial. En este marco, solamente tendrían posibilidades de insertarse socialmente, de aspirar a su realización individual y colectiva, aquellos que tengan la posibilidad de ponerle valor agregado a su trabajo. Esto es, desarrollando capacidades, talentos, y adquiriendo la mayor cantidad y calidad de destrezas.

Aquel mundo predecible de hasta hace un par de décadas atrás, cuyos conflictos se solucionaban echando mano a fórmulas preestablecidas, ya no existe más. Nuestras viejas certidumbres de nada sirven para resolver las nuevas incertidumbres que nos plantea la vida cotidiana.


Y es menester hablar claro en una época en que las palabras parecen estar gastadas: a la luz de cómo están siendo formados en la actualidad, y del perfil que ya vislumbramos se irá requiriendo en el mundo del trabajo, la mayoría de los actuales alumnos –futuros ciudadanos– están condenados de antemano al desempleo o el subempleo. Las consecuencias psicológicas, sociales, económicas y culturales de esta situación son impredecibles.



Pero a no desesperar ante la contundente irrupción de la máquina que reemplaza al trabajo humano... Podemos contar con las armas apropiadas para combatir esta ignorancia funcional a la que nos está conduciendo la realidad. Y estas armas que debemos utilizar con carácter de urgencia no son otras que las que nos brindan las nuevas tecnologías. Porque afortunadamente existe una paradoja. Los recursos tecnológicos, por un lado, quitan fuentes de trabajo. Pero por el otro, son los únicos que pueden ayudarnos a evitar la exclusión de las grandes mayorías.



El analfabetismo funcional de los educadores, superados por los avances del saber, por nuevos contenidos y disciplinas, por mejores recursos y estrategias para educar, no puede superarse con métodos tradicionales. Urge capacitar a los docentes en general, y a los educadores infantiles en particular, y está claro que es imposible hacerlo al viejo estilo, haciendo todo de forma presencial, con tiza y pizarrón. Disponemos de otros mecanismos de capacitación masiva en la era digital, para distribución y almacenamiento de bits, para acceder a nuevos contenidos, para aprender nuevas estrategias. Contamos con recursos multimediales e hipertextuales, con la posibilidad de la interactividad, con la comunicación virtual sincrónica y asincrónica que elimina las distancias. Y todos estos recursos, unidos e interrelacionados, permiten la capacitación virtual, que no es otra cosa que la fabulosa posibilidad de cumplir aquél utópico ideal pansófico de Comenius, de "enseñar todo a todos".



La historia de los pueblos latinoamericanos es la historia de los sueños inconclusos, de las ilusiones eternamente postergadas. Una patética admonición dice: "Latinoamérica es la región del futuro... y siempre lo será", como queriendo significar que los ideales de los próceres que nos precedieron nunca serán concretados.



A lo largo de los últimos siglos, sometida al vaivén de los poderosos de turno, Latinoamérica no ha podido concretar sus ideales de progreso y mejora de la calidad de vida de sus habitantes. Como países periféricos alejados de los centros de poder y decisión mundial, las naciones que la constituyen enfrentan el ineludible desafío de diseñar y concretar finalmente su propio destino, de integrarse a este nuevo siglo con posibilidades ciertas de desarrollo y bienestar.



La idea de una Latinoamérica unida y soberana está aún vigente en la prédica de sus prohombres y libertadores, en todos aquellos que vieron en la educación de sus pueblos la llave para alcanzar la soberanía política y económica, la independencia cultural y la justicia y equidad social.



En este primer siglo del nuevo milenio, el incorporar las nuevas tecnologías al proceso de enseñanza y aprendizaje debe ser considerado un derecho inalienable, un derecho humano imprescindible si es que efectivamente pretendemos un mundo más justo y solidario. No se puede concebir una Latinoamérica próspera, sin autodeterminación política y económica, sin mercados eficientes y competitivos, pero tampoco sin la implementación de los recursos tecnológicos que contribuyan a expandir la capacidad humana.



Sabemos que la escuela, como artificio inventado por los adultos desde la época de Amos Comenius y su "Didáctica Magna", no ha logrado cumplir su objetivo de ser transformadora social, insertando a sus egresados como protagonistas activos del cambio hacia una sociedad mejor para todos y no para unos pocos.



La escuela (instrumento político si los hay), no ha estado a la altura de su misión. Unas reformas educativas se fueron sucediendo a otras, pero el cambio buscado no se ha producido... La escuela no logrará su misión, no alcanzará su objetivo de transformación, en tanto y cuanto siga existiendo la postergación social y económica de los pueblos.



Las mejoras propulsadas a partir de alianzas estratégicas entre organizaciones gubernamentales y no gubernamentales deberían ser la clave para que el esfuerzo conjunto desemboque en los ahora cada vez más lejanos objetivos de mejora sociocultural y socioeconómica.



Inútiles y prescindibles son los resultados de muchas "evaluaciones de la calidad educativa", toda vez que mensuran (y generalmente sólo lo memorístico en desmedro de otras tecnologías del intelecto) solamente a los alumnos y no a los docentes, dado que éstos son los principales protagonistas del cambio en cuanto deben preparar apropiadamente a sus estudiantes para el mundo del futuro. Más inútiles aún, si las "evaluaciones" se basan en parámetros que de ningún modo ponderan las destrezas, capacidades y talentos imprescindibles para tener una expectativa de éxito en un futuro próximo, cuando el hoy alumno, pretenda integrarse al difícil mundo laboral que le espera.



Un docente que no domine recursos tecnológicos que cambian y se perfeccionan constantemente, no maneje idiomas (en nuestro caso, inglés, portugués, castellano), no se actualice constantemente en recursos pedagógicos y técnicas de enseñanza, es como dijimos, un "analfabeto funcional", un iletrado del nuevo siglo que mal puede contribuir a la formación de los nuevos ciudadanos. Ningún cambio será posible sin una alta profesionalización docente.



Del mismo modo que existe un currículo formal (escrito), un currículo real (los contenidos que se enseñan), y uno oculto (todo lo que se enseña y se aprende sin estar escrito), también los docentes tienen una formación formal (los contenidos programáticos que figuraban en las materias de su carrera docente, muchos de ellos ya perimidos), una formación real (lo que se les enseñó y realmente aprendieron, en su gran parte obsoleto), y una formación oculta (todo lo que no está escrito, pero forma parte efectiva de su formación o deformación profesional, de sus esquemas mentales, de su idiosincrasia, de su impronta personal.


En las últimas décadas, dado que dentro del espectro de profesiones, la docencia no es la más “apetecible”, no han sido precisamente los mejores alumnos egresados de la enseñanza media los que eligen seguir la profesión de educadores: generalmente los alumnos con los mejores promedios optan por otras carreras liberales con predominio de las comerciales. La mayoría de quienes ingresan a la carrera docente lo hacen o como "aves de paso" hacia otra carrera, o para quedarse, pero en ambos casos para tener la posibilidad de un empleo generalmente mal pago pero seguro, con ciertas características que otros empleos no tienen, como los mayores períodos vacacionales, la posibilidad de trabajar medio turno, y otros beneficios sociales y mutuales.



Por otro lado, muchos padres y docentes, protagonistas de una alianza educacional que cada vez es más endeble, son sensible y contundentemente superados por otros "educadores" que no precisamente inculcan en niños y adolescentes valores humanos positivos, sentimientos de pertenencia e identificación nacional y regional, y a aprehender su propia cultura. Tal el caso de los contenidos que brindan muchos medios gráficos, orales y audiovisuales, especialmente la radio y la TV, excelentes elementos de transculturación, que sólo priorizan el rating y las ventas, pero que a la vez someten a la audiencia a una alocada carrera cuyo resultado no es otro que la medianía intelectual.



Aunque cambiar la escuela y sus determinantes duros (gradualidad, rigideces, simultaneidad, etc.), sea casi imposible, nos queda al menos la posibilidad concreta de reformular y reformar la educación para hacer de ella un instrumento liberador de las miserias físicas y morales que se despliegan de forma alarmante sobre nuestras sociedades.



Y si bien la punta del ovillo del cambio para la transformación es la escuela infantil, también es cierto que al hablar de educación no nos referimos exclusivamente a las escuelas sino también a las instituciones de todo tipo: políticas, sociales, comunicacionales, deportivas, y a la cultura en general.



Hoy en día, equidistante de la visión conductista del "docente como eje del acto educativo" y de ciertos excesos de una concepción centrada en el alumno (con el docente como "facilitador del aprendizaje"), la multíada integrada por el alumno, el docente, la familia, y los recursos didácticos en átomos y bits, constituyen el marco educativo.



Pero sin saber manejar los nuevos recursos tecnológicos, que ofician de excelentes catalizadores y optimizadores del proceso de enseñanza y aprendizaje, sin saber desarrollar las capacidades y talentos que todos los niños tienen, sin enseñar múltiples destrezas, nuestros docentes seguirán siendo en vez de ejes y propulsores del aprendizaje, ejes y propulsores de la ignorancia y la frustración.



Es conocido a modo de ejemplo contundente, el concepto de Seymour Papert, cuando dice que si ahora mismo resucitaran un médico, un ingeniero y un docente del siglo diecinueve, los dos primeros no podrían trabajar, dados los increíbles adelantos evidenciados en ambas profesiones. Sin embargo, y como palmaria prueba del atraso existente, el maestro redivivo podría continuar con sus clases y asignaturas, como si nada hubiera pasado... La educación se quedó en el tiempo y la herramienta tecnológica es el medio masivo para acceder a nuevos saberes y recuperar raudamente el tiempo perdido.



El "miedo al cambio" típico de los esquemas mentales perimidos, más la imposibilidad económica de acceder a las herramientas tecnológicas, conspiran contra esta impostergable necesidad de incorporar sin más dilaciones las nuevas tecnologías al proceso de aprendizaje de alumnos y docentes. Del mismo modo que la aparición de la escritura fue una bisagra en la historia de la humanidad, otro tanto está pasando con la hipertextualidad que nos ofrecen los recursos multimediales y telemáticos.



Está absolutamente comprobado que docentes pertinentemente capacitados en el uso de herramientas tecnológicas, convenientemente actualizados en la aplicación de nuevos lineamientos pedagógicos y recursos didácticos, adiestrados en la implementación de tecnologías y herramentales de management educativo, pueden con óptimas garantías propulsar el desarrollo cualitativo de sus alumnos, propiciando una formación sólida, sustentable en el tiempo, y de alto grado de logros, tal cual lo confirman sólo algunos centros educativos de verdadera excelencia, que ya se han incorporado decididamente a esta revolución educativa que nos ofrece un futuro que literalmente ya ha comenzado.



La labor de padres y docentes debe ser complementaria y sinergizante, y se concretará eficazmente a través de la telemática. Tenemos frente nuestro un arma poderosísima, sorprendentemente libre y anárquica, que adecuadamente utilizada (especialmente en la capacitación virtual de padres y docentes), puede transformar espectacularmente las condiciones de dependencia de nuestros pueblos.



La democratización del saber, la democratización de la inteligencia que pregona el venezolano Luis Alberto Machado, finalmente puede y debe concretarse a partir de un adecuado sistema de intercomunicación digital y con la educación virtual de los docentes. Cientos de miles de docentes deben capacitarse y actualizarse permanentemente para estar en condiciones de colaborar eficiente, eficaz y efectivamente en la formación integral de sus alumnos. Y para ello, la enseñanza virtual es la solución más concreta, práctica, económica y democrática, al brindarnos la posibilidad de llegar a todos simultáneamente, de proveer una capacitación apropiada según las necesidades de cada docente y de cada región.



En plena crisis de la pedagogía moderna, ya se ha iniciado una dramática transformación de la enseñanza y el aprendizaje. Una verdadera revolución cultural en la cual debemos necesariamente involucrarnos no como meros espectadores sino como activos protagonistas del cambio.



Desde luego que si nuestros gobernantes no asumen el liderazgo político de transformar realmente el instrumento político y de cambio social por excelencia que es la educación, correrán el serio riesgo de comprar los nuevos "espejos de colores", representados por rimbombantes ofertas de capacitación virtual docente que no son otra cosa que un negocio más para los proveedores de máquinas, cursos y software, que anunciarán un cambio que no es otra cosa que mero gatopardismo, más de lo mismo, más obsolescencia, en nuevo envase digital. La revolución educatiuva d ela que hablamos no se refiere solamente al continente (nuevas tecnologías de la información y la comunicación), sino y fundamentalmente de destrezas, técnicas, contenidos y herramientas que aún la docencia no ha incorporado a su dominio.



La transformación debe apuntar a algo terriblemente difícil de implementar; a un cambio cultural, a un verdadero cambio de esquemas mentales de nuestros docentes, generar la cultura de la auto-capacitación continua, pero es importante recalcarlo, con contenidos que efectivamente sean transformadores.



Dada la tremenda y decisiva significación que tiene en el futuro de las personas su formación inicial, no cabe duda que esta revolución educativa debe comenzar en la escuela infantil y con los educadores infantiles.



En la Educación virtual y continua de nuestros educadores infantiles, está la clave de los próximos tiempos, está la puerta de acceso a un futuro mejor, está la esperanza de sociedades más justas, conformadas por ciudadanos libres.

28.10.04

VIVIR EN PELIGRO

Por Luis Alberto Lecuna

La sociedad está sufriendo las consecuencias de un deterioro ético, signo evidente de la pérdida de valores. La corrupción no es un tema exclusivo de la clase política, ya que está instalada en el seno de la misma sociedad: en los funcionarios públicos de planta permanente, en los empresarios, en las fuerzas de seguridad, en los comerciantes, en la gente. El tema es que la responsabilidad de los políticos es muchísimo mayor, porque ellos, que son o debieran ser nuestros empleados, en su inmensa mayoría no han estado en las últimas décadas a la altura de su misión. La labor de muchos de ellos ha sido defender intereses ajenos a los de la gente, ajenos al bienestar general.

En todo gobierno (tanto en Argentina como en EEUU, como en España, como en cualquier otro país del globo), hay un grupo de personas y personajes, con mayor o menor grado de anonimato, que conforman un “Think Tank” o laboratorio de ideas. Esto es, una usina de interpretación de la realidad, y a partir de ella, de generación de conductas a seguir, que luego encontrarán su mano ejecutora en el político de turno. Todos los integrantes de estos laboratorios de ideas (intelectuales, abogados, sociólogos, filósofos, economistas, astrólogos, pensadores, científicos y paracientistas de la más variada gama), se asumen como expertos en políticas públicas e interpretación de la realidad, y su percepción se convierte en la realidad misma, cuando sus propuestas y convicciones se transforman en los libretos que llevan adelante los políticos desde sus cargos de gobernantes.

En última instancia, en el teatro de la vida los políticos no son autores sino artistas que interpretan con gran soltura y eficiencia los textos que les proveen sus “Think Tanks”.

El otro ingrediente imprescindible para que su tragicomedia parezca exitosa, es el apoyo mayoritario de la ciudadanía, cuyo voto se logra manipular fácilmente con la tarea constante del generador y modelador de esa entelequia llamada “opinión pública”, que no es otro que el “cuarto poder”, o sea buena parte de los medios de (in)comunicación en todos sus formatos y soportes.

En síntesis, la realidad no existe. Lo que existe es la percepción de la realidad que tenemos, a partir de la implementación de decisiones hechas por empleados nuestros (los políticos), que en vez de hacer lo que necesitamos, ejecutan las propuestas de estos iluminados ideólogos y analistas que deciden qué es lo que según ellos necesitamos, con la anuencia y la prédica ad hoc de muchos medios de comunicación masiva.

Si los resultados de este cóctel “ideólogo-político-media” fueran positivos, el mundo desde luego sería maravilloso. Pero la verdad, es que los resultados son cada vez peores. La sociedad (argentina, española, estadounidense, mundial) vive en peligro. La sociedad vive cada vez con mayor inseguridad. La sociedad vive con miedo. En el momento que estoy escribiendo esta nota, alguien en Argentina está planeando un secuestro que concretará en los próximos días, alguien está reunido en la clandestinidad para ver cómo asestarle un nuevo golpe a España por haber formado parte de la invasión a Iraq, y algún fundamentalista de la Guerra Santa está fraguando un plan para vengarse en el propio suelo del otro fundamentalista, el de la “Guerra Preventiva en nombre de la Democracia”.

¿Y que hace el Think Tank? Si el miedo de la gente es el emergente, se aprovecha la consecuencia en vez de atacar las causas, porque ello implicaría asumir su fracaso predictivo y prescriptivo. El miedo es muy importante para muchos analistas de Think Tanks adictos a las visiones belicistas, porque implica futuros votos a sus proyectos de aumentar presupuestos para la defensa y para la industria de la guerra.

Por eso a través de las latitudes y a pesar de contar con problemáticas diferentes, muchos mandatarios del mundo recurrieron, recurren y recurrirán al miedo para sostener el rumbo que sus Think Tanks le marcan, aunque éste vaya en contra de los intereses de sus pueblos.

Resulta asombrosa y a la vez explica la catadura ética de muchos políticos, (meras marionetas de los Think Tanks de turno), que ayer como congresales avalaron con su voto el despojo de los intereses estratégicos nacionales en medio de coimas y corrupción generalizada (tal el caso de Argentina), y hoy votan medidas que apuntan a “la recuperación de la ética pérdida”...
La hipocresía humana es infinita.

El Think Tank español de Aznar, le recomendó alinearse con el Think Tank norteamericano, que le pasa letra a su excelente intérprete, el fundamentalista cristiano que revolucionó la semántica con la introducción de conceptos como “guerra preventiva” y “daños colaterales”, que en realidad significan “invadir con falsos pretextos para quedarme con el petróleo”, y “matar civiles, mujeres y niños inocentes”. Para cumplir con su Think Tank, el gobierno de Aznar alineó a la prensa, mandó tropas a Iraq, y recibió la brutal respuesta de Atocha, cosa que el estulto Think Tank aprovechó para que su títere de turno dijera que era la ETA, de modo de matar dos pájaros de un tiro. Pero la opinión pública está aprendiendo a librarse de cierta “opinión publicada”, y Aznar fue arrojado del gobierno por la fuerza de las urnas.

Las erróneas decisiones de los Think Tanks norteamericanos a partir de la era Reagan, han vuelto al planeta Tierra en un sitio inseguro. Y esto les juega en contra para su visión del mundo de la Postguerra Fría. Hacen una apología de la democracia y sus virtudes, cuando en realidad utilizan toda la liturgia democrática para que sea funcional a sus proyectos Trasladan “los beneficios de la democracia” a pueblos invadidos, sin entender que hay otras culturas y otras concepciones de la vida, y se ofenden cuando estos pueblos de seres inferiores no saben aprovechar su propuesta redentora. Y como desde el inicio de los tiempos la violencia engendra violencia, su accionar se transforma en una prolífica fábrica de enemigos. Pero en su soberbia, eso los tiene sin cuidado. En su fundamentalismo el tema no admite medias tintas: “El que no piensa como nosotros es nuestro enemigo”, y lo atacaremos como sea: con armas, con bloqueos económicos, con sanciones comerciales, comprando políticos, y/o con recetas que ni figuran en los textos de Maquiavelo.

Y si bien el tema del respeto irrestricto a las libertades individuales forma parte del ideario democrático, no queda otra que reducirlas a partir del miedo al terrorismo, para continuar imponiendo su visión donde las grandes corporaciones del sector privado sigan llevando las riendas del país, el Estado esté reducido a su mínima expresión y se privatice todo, donde todo siga girando en torno a la economía (tanto tienes, tanto vales), y el patriotismo se exprese con el consumo (cuanto más consumas y te endeudes, más patriota eres, porque así estarás moviendo la economía)

Y no nos engañemos: aunque esta vez se evite el fraude en Florida y gane Kerry, las cosas no cambiarán sustancialmente ni para los norteamericanos en general, ni para los latinos que viven en el gran país del Norte, ni para los argentinos, ni para los demás países del mundo.

Soñar no cuesta nada… Pero resulta utópico pensar que pueda surgir en EEUU un Think Tank movido exclusivamente por valores humanos positivos, que desde la sinceridad y la humildad por ejemplo le haga decir al nuevo Presidente:

“-Pueblos del Mundo. Queremos pedir perdón. Nos equivocamos. La violencia no es el camino. Las inmensas sumas de dinero que el pueblo norteamericano brinda al Estado a partir de su trabajo, las hemos invertido en la industria de la guerra, haciendo más ricas a las grandes corporaciones, sembrando violencia en el mundo bajo la bandera de la democracia y las libertades individuales, y haciendo a muchos pueblos más hostiles hacia nosotros, generando violencia por doquier, incluso en nuestra propia casa. Resulta patético reconocer que las personas inocentes que murieron el 11 de septiembre, pagaran sus impuestos para que nosotros alentáramos con nuestro accionar tanto odio como el que llegó a tronchar sus vidas.
Estados Unidos nació como un pueblo ejemplo de la humanidad, rescatando los valores éticos de la Democracia, pero últimamente hemos traicionado esos valores con dobles discursos, con hipocresía, sembrando el caos en todo el orbe y haciendo a nuestro propio país inseguro y coartando las libertades individuales porque no sabemos cuándo ni dónde recibiremos la represalia por nuestra conducta beligerante y por tanta muerte innecesaria.
A partir de ahora, la industria de la guerra se transformará en la industria de la paz. Construiremos sembradoras y cosechadoras en vez de tanques. Compensaremos los daños que provocamos con nuestras guerras preventivas y tantas muertes de inocentes. Ayudaremos al mundo para que podamos hacer de esta tierra un lugar sin hambre ni pobreza. Cumpliremos nuestro destino manifiesto, pero no desde la prepotencia por ser y sentirnos la nación más poderosa de la Tierra, sino desde el valor humano fundamental, común a todas las religiones y visiones éticas de la vida, común a judíos, cristianos, musulmanes, hinduistas y budistas, que es el Amor. Perdón a todos. Una nueva era comienza para la Humanidad”

En la soledad de mi estudio, imagino las carcajadas de Paul D. Wolfowitz, Grover Norquist, Dick Cheney, Donald Rumsfeld y de todos los ideólogos de los Think Tanks actuales, si leyeran las absurdas ideas de este olvidable y estúpido escritor y periodista latinoamericano, que desde el realismo mágico de la literatura fantastica que caracteriza a muchos sudacas, aún cree en los espejitos de colores.

18.10.04

NO HAY FUTURO SIN EDUCACIÓN

por Luis Alberto Lecuna*

(Publicado en la Revista de Cultura Ñ, el 16 de octubre de 2004)


Si existen dos conceptos íntimamente ligados, ellos son Educación y Futuro. Cuando mejor sea la calidad de la educación, mejor será la calidad del futuro de una sociedad. En el mismo sentido, en esta Sociedad del Conocimiento que plantea el nuevo siglo, sin educación, un pueblo no tiene futuro.

Por eso no es casual que en los discursos preelectorales todas las agrupaciones políticas consideran a la educación como uno de los pilares de su programa de gobierno. Pero la realidad educativa del país habla por sí sola a la hora de establecer el tamaño de la brecha que existe entre lo que se dice antes y lo que se hace después, durante el ejercicio de la función pública.

Desde hace más de cuarenta años, Argentina sistemáticamente se ha degradado en lo educativo y cultural hasta límites inimaginables. Y en estos momentos de retrospectivas setentescas, no es azaroso citar los principios de la década del sesenta, para establecer un punto de inflexión negativo en la historia de la cultura cívica y la educación de nuestra sociedad.

La organización ciudadana, el respeto (en todas sus facetas), los roles sociales paradigmáticos (papá, mamá, la maestra, el policía), y el sentido de pertenencia e identidad nacional que existían en ese entonces, se fueron diluyendo hasta ingresar los argentinos en la era de la globalización, tremendamente devaluados en nuestros valores más profundos, sin un proyecto claro y compartido de país, y tan acuciados de problemas que el gobierno considera un logro simplemente el superar los conflictos del día a día.

Como si viviéramos tras los influjos de una especie de doctrina del eterno retorno, los males que nos acucian son siempre los mismos, a punto tal que si tomamos reflexiones de los referentes más reconocidos de nuestra historia, sus conceptos se pueden aplicar a la perfección para estos tiempos.

“La educación es un instrumento que prepara a las personas para resolver los problemas con los que deben enfrentarse. La democracia política es impensable sin un pueblo educado. Sólo a través de la educación puede desarrollarse un pueblo capaz de gobernarse a sí mismo. La instrucción pública es la medida de la civilización. El poder, la riqueza y la fuerza de una nación dependen de la capacidad industrial, moral e intelectual de los individuos que la componen y la educación no debe tener otro fin que el aumentar estas fuerzas de producción, de acción y de dirección, aumentando cada vez más el número de individuos que las posea”.

Estas reflexiones pertenecen a Sarmiento, y son tan actuales como estas otras de Belgrano, expresadas hacia 1796, cuando Buenos Aires aún pertenecía a Virreinato del Río de la Plata: "He visto con dolor, sin salir de esta Capital, una infinidad de hombres ociosos en los que no se ve otra cosa que la miseria y la desnudez, gente infeliz, con niños que resultarán salteadores o mendigos... Estados seguramente deplorables que podrían cortarse si se les diese auxilio desde la infancia, proporcionándoles una regular educación".

Si convenimos entonces en que la Educación es la llave y la clave para la transformación
social hacia una mejor calidad de vida, para conformar una sociedad mejor
y un país mejor, todo debería confluir y girar en torno a la misma: la legislación vigente, las políticas de Estado, el apoyo de la actividad privada, la consideración de los entes de recaudación impositiva, las estrategias nacionales de actualización y formación continua. Pero nada de eso sucede.

Frente a un escenario mundial en continua transformación y más allá de todo voluntarismo, los docentes se han convertido en analfabetos funcionales que por ende, mal pueden capacitar apropiadamente a los ciudadanos de este nuevo siglo. Se impone por lo tanto un plan estratégico para la jerarquización integral de su rol, de modo que la profesión -desde la escuela infantil en adelante- tenga rango universitario, para que cada educador incorpore en su área de competencias las estrategias, recursos, técnicas, tecnologías, herramientas y herramentales imprescindibles para poder formar adecuadamente a sus estudiantes.

Decía también Sarmiento estos otros conceptos lamentablemente actuales : “...es muy seguro que no educando a las generaciones nuevas, todos los defectos de que nuestra organización actual adolece, continuarán existiendo, y tomando proporciones más colosales, a medida que la vida política desenvuelve mayores estímulos de acción, sin que eso mejore en un ápice la situación moral y racional de los espíritus...”

Más allá de las buenas intenciones, que generalmente quedan sólo plasmadas en el papel pero no en los hechos cotidianos, el tema de la educación como eje de la transformación social, política y moral aún no está instalado como prioritario en nuestra sociedad, y sólo a partir de su consideración como tal, podremos atesorar la esperanza de un futuro mejor para nuestro país y sus habitantes. Por ello, si en plena Era del Saber como valor agregado, no incorporamos a la Educación en primerísimo lugar al debate de los males que nos aquejan y cómo salir definitivamente de ellos, la guerra estará perdida.

* Educador. Investigador Pedagógico
Especialista en Management Educativo y Política Cultural