30.9.08

Los reclamos docentes

Por Luis Alberto Lecuna*

Generalmente no es difícil hacer una prospectiva, esto es, avizorar cómo va a ser el futuro de algo o de alguien, si observamos minuciosamente su presente. Por ejemplo, si vemos un pequeño arbolito de buena madera, que está siendo cuidado, regado, abonado y protegido de las inclemencias, podemos inferir que el día de mañana será por ejemplo, un robusto árbol que brindará excelentes frutos.

Si queremos saber cómo será un país dentro de veinte o treinta años, miremos cómo son hoy sus escuelas, qué educación reciben sus alumnos, qué nivel de preparación tienen sus maestros.

Instalada la cultura de las huelgas y los piquetes, en defensa de los intereses económicos y sociales de sus miembros, los sindicatos docentes no encuentran otra vía mejor para plantear lo que consideran sus justos reclamos, que el paro de actividades.

Reclaman por más salario, por más becas estudiantiles, por mayor cantidad y calidad de comida para los comedores escolares, mostrando una faceta de la profesión ligada al asistencialismo, a la necesaria intervención de un Estado que debe hacerse presente para paliar las consecuencias de la inequidad social.

Pero la problemática docente es muchísimo más profunda que la planteada por sus sindicatos, centrada en cuestiones económicas. Así se designara, por decir un exceso, el cincuenta por ciento del presupuesto a la educación, la escuela argentina seguiría tan mal como siempre, sólo que con docentes muy bien pagos, mucho mejor pagos que el resto de las profesiones.

Ya ha pasado esto en países ricos, donde se creyó que pagando suculentamente a sus docentes, la educación mejoraría, cosa que no pasó. Por caso, en EEUU, los docentes de la educación de gestión oficial, ganan más que los de gestión privada, y son de público conocimiento las deficiencias de la educación estadounidense, una de las causas de la pérdida de competitividad de ese país con respecto a otros.


El drama de la educación argentina no es sólo cuestión de dinero. ¿Qué los docentes deben ganar muy bien? No cabe duda alguna. Pero también deben “saber” muy bien. Y una cosa, debe estar ligada a la otra.

Hagamos un rápido pantallazo del “aquí y ahora” de la educación argentina, para explicar esta aparentemente temeraria afirmación, consignando las otras facetas de la profesión docente, aspectos que nunca saltan a la consideración de la opinión pública:

- Más allá de la buena voluntad de quienes se preocupan por la calidad de su labor, la inmensa mayoría de los docentes en actividad, son analfabetos funcionales, que mal pueden contribuir a la formación integral de los futuros ciudadanos. La razón es muy simple: existe una cantidad y calidad de conocimientos, recursos, estrategias, contenidos, habilidades, técnicas y tecnologías, que no existían cuando ellos cursaron sus carreras docentes, y que por ende no formaron parte de sus planes de estudio.

- En los últimos años, este analfabetismo se incrementó de manera significativa, ante el avance de las ciencias cognitivas, la irrupción de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, de las herramientas y herramentales de gestión, y el conocimiento de cómo debe ser una educación compatible con la forma de aprender que tiene el cerebro.

- Históricamente, y a nivel mundial, la escuela siempre fue refractaria a los cambios, yendo a la zaga del progreso, cuando en realidad debiera liderar los cambios, ser la avanzada para la transformación hacia una nueva sociedad, con una mejor calidad de vida para todos.

- Estudios hechos en los últimos veinte años, demuestran que los mejores alumnos de la enseñanza media, eligen carreras relacionadas con el rédito económico y/o el reconocimiento social.

- Como contrapartida, los alumnos de más bajo rendimiento académico, y por ende, de más bajo nivel cultural, son los que eligen por varias razones, la carrera docente. Entre estas razones están el ser la profesión con mayor cantidad de días de vacaciones, de mayor tolerancia en el tema de ausentismo, de presentación de carpetas médicas, de pedidos de suplencias, sin la exigencia seria de una actualización adecuada, etc.

- Día a día los docentes enfrentan problemáticas sociales, culturales, y pedagógicas para las que no fueron formados.

- El país está atomizado en veinticuatro jurisdicciones, lo cual impide diseñar una política nacional con puntos en común.

- El estatuto docente, obsoleto y prebendario, es una traba para el progreso, para la jerarquización de los educadores.

- En vez de atar la remuneración a la meritocracia, al grado de actualización pedagógica del docente, se la ata a los adicionales, los ascensos dentro del escalafón, y fundamentalmente a la antigüedad. En un mundo donde todo cambia y aparecen continuamente nuevos saberes que requieren la actualización permanente, gana más quien más viejo es, sin importar si su nivel académico está en consonancia con los desafíos actuales.

- La inmensa mayoría del presupuesto educativo no va para la actualización docente, la mejora de los edificios escolares y la optimización de los recursos didácticos, sino para la obsoleta estructura administrativa, absolutamente burocrática y plagada de papelería y formularios, justamente en la era de la telemática.

Por todo esto, si analizamos hoy la escuela argentina, no existe indicio alguno de que dentro de dos o tres décadas estaremos mejor que ahora, sino todo o contrario.

El día que se den pasos firmes hacia la jerarquización docente, cuando ésta tenga, como la Medicina o la Abogacía o la Ingeniería (y como en los países más avanzados), rango universitario, cuando se ate la remuneración al grado de capacitación adquirida, recién entonces las cosas comenzarán a cambiar positivamente en la educación.

Mientras tanto, la escuela y sus educadores seguirán inexorablemente cayendo por una pendiente que no nos llevará como sociedad y como país, a otra cosa que no sean más frustraciones y futuros promisorios eternamente postergados.

La profesión docente es (debiera ser) la más importante de todas, porque en su ámbito de acción es donde se trabaja con el futuro. Y como hacedores del futuro, los maestros y profesores debieran ser los más capacitados, los mejor remunerados, los más respetados en la consideración de la sociedad.

Lejos estamos de esa visión deseable, si seguimos sepultados bajo toneladas de papelería inútil que lo único que justifica es la existencia de burócratas absolutamente prescindibles, si siguen pululando las carpetas médicas y los pedidos de suplencias, si no se hace una eficiente y ética reingeniería de la educación que por ejemplo, evite que haya en una escuela cuatro cursos de ocho alumnos en vez de unificarlos, si no se implementa un serio e intenso plan de actualización docente, si no se ata remuneración a jerarquía académica, si no se revisan ls desviaciones del normalismo corporativo, si no se optimizan y adecuan los estatutos docentes a las necesidades del país, si no se implementa un plan para que los educadores infantiles y maestros primarios tengan una profesión de jerarquía universitaria, como por ejemplo, la tienen países como Chile.

EL problema de la educación no es solo económico. Hace años, estuve en un congreso mundial de educación realizado en Caracas, Venezuela, donde le tocó disertar a un pedagogo cubano, inmediatamente después de un educador norteamericano, que habló entusiasmado sobre los recursos tecnológicos y didácticos que tenían en su escuela para concretar una educación de excelencia.

A su turno, el pedagogo cubano que sólo contaba en su escuela con una vieja computadora 386, dijo algo que me quedó grabado, y que habla en ambos casos, en ambos extremos ideológicos, de lo que significa la verdadera vocación docente, la pasión por su profesión, el sentido de su misión transformadora. El cubano dijo: “Puede que en el día, el docente cubano no haya contado con los recursos suficientes para educar. Hasta puede que el docente cubano, no haya comido lo mínimo necesario. Pero al día siguiente, a primera hora de la mañana, ese docente cubano estará firme al frente de su clase”.


No hay nada más que agregar, a la luz de lo que pasa hoy en Argentina.


* Investigador Educativo. Pedagogo. Andragogo.