22.11.04

¿EMERGENTES O SUMERGIDOS?

Para un país que siempre fue exitista y cuyas inmensas mayorías siempre fueron adictas a las soluciones mágicas de sus grandes problemas, este resurgimiento económico argentino de los últimos tiempos pareciera ocultar como piadoso manto, la realidad de un país con una ominosa deuda que deberá renegociarse ab aeternum y que nos condena a estar permanentemente sumergidos, nosotros, nuestros hijos, y nuestros nietos.

El realismo mágico es hermoso para la literatura, pero en la cruda realidad no hay que creer en cuentos chinos, sino en la cultura del esfuerzo, del trabajo, del estudio, de la investigación, del patriotismo y de la organización política y social. Sin reglas claras y justicia justa, no hay honesto que aguante. Por eso el exilio. Por eso la diáspora de materia gris argentina hacia países confiables. Por eso la desazón de los que se quedaron para pelear por un país mejor.

Desde luego los estadísticas dicen que hemos crecido sostenidamente después de que nos declaramos alegremente en quiebra, con vivas y aplausos de los legisladores en el Congreso, y que el año próximo seguiremos creciendo, pero en tanto y cuanto esto no se refleje en la calidad de vida de la gente, lo que expresa este progreso nacional, en realidad es el índice del éxito que están alcanzando las grandes empresas privatizadas que posee el capital extranjero, y que otrora estaban en manos argentinas: gas, luz, petróleo, energía, minería, campos, ganado, cereales, etc. etc. etc.

Por otro lado, este veranito económico es común a numerosos países latinoamericanos (Chile, Perú, Brasil, Uruguay), pero lo que no es común a todos es el default, la constante necesidad de renegociar la deuda pública, la crisis del sistema financiero, la alteración constante del orden público debido a la inseguridad, la falta de contralor eficiente de las empresas privatizadas por parte del Estado y por ende la falta de inversión en energía e infraestructura, y la necesidad de normalizar el sistema político con las tan prometidas y nunca concretadas medidas tales como la reducción de los cargos de gobernantes para implementar menor gasto público en una "democracia de mínima expresión" eliminando tantos cargos oficiales (legisladores con legiones de ayudantes, asesores, secretarios y ñoquis), y demás variantes del exceso burocrático de gastos y principal artífice de la corrupción estructural estatal y la utilización de la política para fines particulares.

¿Democracia del, por y para el pueblo, como proponía Abraham Lincoln, o democracia como instrumento para perpetuarse en el poder cambiando cosas para que nada cambie?

¿Cuál es el Plan Estratégico en materia de Salud? ¿Cuál el de Educación? En síntesis… ¿Cuál es el Plan Estratégico Nacional Argentino, como lo tiene Chile o China, como lo tuvo el último estadista argentino, Arturo Frondizi? ¿Dónde está la reforma del Estado, la reforma constitucional, la reforma electoral para eliminar por ejemplo el sistema de listas sábanas? ¿Se está trabajando en este sentido, o se está trabajando para permanecer en el poder, creando (para no perder la costumbre) nuevos frentes de conflictos dentro del mismo partido gobernante?

¿Adonde fue el superávit? ¿A estos temas cruciales? No. Se destinó a seguir pagando religiosamente (más allá de los discursos en contrario) una Deuda Externa cuyo mondo nunca fue revisado y corregido, a Planes Trabajar que no son otra cosa que prebendas clientelísticas para no trabajar, y a mantener el paquidérmico y supernumerario aparato estatal. Y si no, que me lo desmientan con datos fehacientes… ¡Estaría encantado!

Alguna vez nos referimos en EL SUPLEMENTO al tema de los intereses propios y ajenos. No entender que nuestros intereses terminan donde empiezan los intereses de los demás países y corporaciones, y que dichos intereses se expanden en la medida de que el país que está enfrente no sea patriota y no se defienda apropiadamente, es de una ingenuidad letal.

Cuando Kirchner (que sigue gozando de un importantísimo consenso popular), trate de implementar medidas que apunten a una real transformación del país, y lesione por ende otros intereses no nacionales, necesitará para sostener esas medidas un frente interno homogéneo que no tiene.

Hay corporaciones locales que (bromas de mal gusto aparte), no lo ven con buenos ojos: sectores de la Iglesia, Empresarios, de Medios de Comunicación, de las Fuerzas Armadas, y de la no tan aletargada oposición, que están agazapados para atacar al gobierno desde las fisuras que empieza a mostrar. Y eso es lo que aprovecharán los intereses corporativos foráneos, para evitar que Argentina levante la cabeza de verdad, sola o junto a sus hermanos de Latinoamérica, llámese Mercosur o “Unión Latinoamericana” como propone Duhalde remedando a los Belgranos, Bolívares y Sanmartines

Duhalde jugará un rol muy importante en los próximos tiempos, y su accionar desde el poderosísimo aparato peronista de la provincia de Buenos Aires qué el domina, dependerá de cómo actúe el patagónico, que llegó al poder gracias al bonaerense, y al que en su objetivo de crear poder, a veces lo loa, y a veces lo ataca con o sin sutilezas.

Para que exista una nación debe haber sentimiento nacional. Y éste se evidencia cuando hay patriotismo. El patriotismo se da cuando hay sentido de pertenencia. Cuando hay sentido de pertenencia se ama la propia tierra. Cuando se ama la tierra de uno, se la defiende. Defender el país es defender nuestros intereses nacionales, y no los intereses personales, como han defendido los gobernantes que durante décadas, usufructuaron la política en su propio beneficio.

Los años han hecho de mí un hombre cauto, luego del excesivo optimismo juvenil y la voluntad que siempre tuve de creer en los gobernantes y hacer y proceder en consecuencia. Otra sería hoy mi realidad sociocultural, anímica y económico financiera, si no hubiera creído en mis maestros, y especialmente en los mensajes de los políticos de turno. No lo digo desde el arrepentimiento de haber apostado a una Argentina confiable como lo seguiré haciendo, sino del dolor de sufrir en carne propia el estado de absoluto desamparo jurídico y gubernamental en que se encuentran los argentinos que dedican todo su capital económico e intelectual en aras de un país mejor.

Por ejemplo, no me hubiera comido la frustración que significó participar como hombre de la cultura en el bochornoso gobierno alfonsinista, pletórico tanto de discursos sobre la ética como de de soberbia e ineficiencia administrativa.

Tampoco me hubiera comido bajo el pecado de “excesiva inocencia”, el verso de que con el menemismo entrábamos “en el primer mundo”, y el espejismo del “uno a uno”.

Y de ningún modo me hubiera fagocitado con tanto placer y emoción patriótica el mensaje preelectoral de todas las fuerzas políticas cuando decían (y siguen diciendo) que “La educación es la clave de la transformación social y el crecimiento sustentable”, mientras que en los hechos concretos, por acción y por omisión, los gobiernos de turno siguen dejando a la educación en general a la deriva (los ignorantes son más fácilmente manipulados), a los que pusimos nuestro esfuerzo, fortuna y capacidad profesional al servicio de la educación, aliviando a las arcas del gobierno (en la ciudad de Buenos Aires) de los costos que implica tener a la mitad del alumnado de la ciudad en colegios privados, y en particular, a quienes no tenemos subsidio alguno.

La educación está abandonada a su suerte, y la inequidad de la distribución de las subvenciones hace que unos colegios sigan (generalmente los confesionales), y los laicos que no tengan un apoyo extranjero o de fundaciones, tiendan inexorablemente a desaparecer (Más de ochenta en la Capital, en los últimos cinco años).

Sería suicida ponerle palos en la rueda a nuestro primer magistrado, desde luego, porque a todos los argentinos nos conviene que su gestión sea maravillosa, pero sí es preciso hacer recordar que las cosas que se prometen y no se hacen deben hacerse, que no hay que dejarse llevar por esa patológica tendencia a pensar en soluciones mágicas, y que hay cambios estructurales que son imprescindibles concretar para que dejemos de estar sumergidos mientras se nos quiera dorar la píldora diciendo que estamos “emergiendo”.